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Todavía queda mucho por andar

16 de julio de 2015

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El acuerdo alcanzado sobre el programa nuclear iraní es sin dudas de carácter histórico y revela la posibilidad de vencer la mutua desconfianza.
Además, es un ejemplo de voluntad política como justo epílogo a las largas y difíciles conversaciones de más de 20 meses entre Irán y las potencias del P5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania).
Como siempre, se alzaron voces contra el convenio, no solo de Israel y Arabia Saudita, sino de los ultraderechistas republicanos en Estados Unidos, “liderados” por Marcos Rubio. Por lo pronto, Obama indicó que aplicaría el veto, si sus opositores tratan de boicotear el acuerdo.
Este debe poner fin al callejón sin salida que impera desde el 2002, que ha amenazado con convertirse en una guerra de vastas proporciones.
Según el acuerdo marco de Lausana (Suiza), Irán reducirá en dos tercios el número de centrífugas para enriquecer el uranio, que pueden fabricar combustible para energía nuclear o la base de bombas nucleares, y mermaría sus reservas en un 98%.
Irán también aceptó cambiar el proyecto de un reactor en la planta de Arak, con el fin de que no pueda producir plutonio ni utilizar la de Fordo -construida debajo de una montaña para protegerla de ataques- para enriquecer uranio.
A cambio, se deben retirar inmediatamente las sanciones de Estados Unidos, la Unión Europea y Naciones Unidas, que han lastrado su economía y limitado el acceso a los mercados petroleros mundiales, lo cual ha conspirado contra la calidad de vida de la población.
Mientras la Organización Internacional de Energía Atómica declaraba que fiscalizaría cada punto del convenio y haría fiel y objetivamente su trabajo al efecto, los industriales alemanes aventajaron a sus colegas del resto de Europa en mostrar su disposición de invertir en territorio iraní.
Las autoridades iraníes reiteraron que cumplirán sus promesas, mientras Occidente haga lo mismo, e indicó que el convenio puede abrir las puertas a relaciones más productivas con la comunidad internacional.
“No queremos más que nuestros derechos. Nunca perseguimos una bomba, ni en el pasado ni ahora. Tampoco buscamos la hegemonía regional. Queremos buenas relaciones con nuestros vecinos regionales”, afirmó el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohamad Yavad Zarif.
Como se desprende del acuerdo, deben cesar las sanciones a las compañías extranjeras que hagan negocios con Teherán.
Pero, en lo militar, más bien en la amenaza militar a Irán, queda mucho por andar.
Y es que se sigue fortaleciendo la estructura militar montada en Diego García, isla africana donde Gran Bretaña expulsó a la población autóctona para convertirla en una gigantesca base.
Submarinos norteamericanos que se desplazan por la zona han sido dotados de cabezas nucleares y ya han sido preparadas cargas explosivas que penetran cualquier tipo de búnker subterráneo, como parte de un dispositivo preparado desde el 2010 para destruir 10 000 objetivos en Irán en pocas horas.
Asimismo, medios británicos e israelíes afirmaron que Arabia Saudita mantiene un corredor para un eventual bombardeo de Israel a Irán, como los dos que abrió Jordania para los drones de Tel Aviv que actúan contra Siria.
Para el politólogo norteamericano Noam Chomsky, la actitud iraní es vista “como un factor de ‘desestabilización, presumiblemente en contraste con la ‘estabilizadora’ invasión y ocupación militar estadounidense de los vecinos de Irán”.

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