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Tiempos de Correa

10 de diciembre de 2013

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Sin dudas el presidente Rafael Correa ha llevado a Ecuador a un plano superior en el quehacer internacional y en la esperanza de su pueblo en mejorar la calidad de vida, como se demuestra día a día.
La decisión personal de no postularse para un nuevo período presidencial provoca indudablemente cierta tristeza, debido a que ha sentado pautas en todos los aspectos, como ha demostrado últimamente con el acercamiento solidario con Colombia, luego del peligro de una guerra regional, debido a las constantes violaciones del territorio ecuatoriano por el ejército y paramilitares colombianos.
La política emprendida por Correa y sus relaciones con el presidente Juan Manuel Santos hicieron anular por el momento la imagen de una Colombia como el epicentro de todas las provocaciones imperialistas de los últimos años. Desde allí se montó la escalada bélica contra Ecuador y se lanzaron incontables agresiones contra Venezuela, porque gobiernos derechistas de Bogotá, como el de Álvaro Uribe, habían quedado al frente de un colosal dispositivo militar que los empujaba a coquetear con guerras informales y eventualmente explícitas.
A ello se suma la amplia gama de relaciones que Correa ha tejido con naciones europeas cuyos gobiernos no le son nada afines, e incluso casi aplaudieron hechos como el intento de asonada policial que se abortó en Ecuador, en una acción efectivamente golpista que incluyó la agresión física al Presidente, el levantamiento armado de muchos gendarmes y el cierre de una base aérea. Resulta difícil determinar cuáles fueron los propósitos de esa conspiración, pero lo importante no es dirimir en qué medida ese golpe se atuvo o no a los parámetros clásicos, sino conocer que estuvo inscrito en una política estadounidense de alinear bajo su mando al mayor número de países de la región, y que tuvo el aliento de sus más connotados aliados europeos.
La política económica ecuatoriana ha sacado a decenas de miles de personas de las pobrezas denominadas extrema y moderada, en tanto la Revolución Ciudadana mantiene en jaque al Imperio, a pesar del citado intento de golpe de Estado y la campaña mediática para desprestigiarlo.
En este contexto, el gobierno ha estado aplicando la Ley Orgánica de Comunicación, normativa aprobada por referendo en el 2011 y calificada por el portal del medio español La Haine como “una de las leyes más progresistas que existen en el mundo sobre el tema”.
Entre otras muchas cosas, contempla la pluralidad de voces y contenidos, garantiza el sostén financiero de los medios comunitarios, garantiza la libertad de expresión, prohíbe la censura previa, estipula la responsabilidad por lo publicado, el derecho la rectificación y la réplica, y crea dos organismos responsabilizados por la aplicación de la ley.
Además de garantizar la difusión y acceso a la información de todos los sectores sociales, estipula que el 60% del contenido debe de ser reproducción nacional y condena el monopolio, en un momento en que el sector privado lucra con el 85% de las actuales frecuencias.
Otro logro es el crecimiento del Producto Interno Bruto en más del 4% en el 2012, pero el más elocuente es haber reducido la pobreza de poco menos del 30% a un 11,2% durante su primer mandato, y ahora se propone llevarla a la mínima expresión, convirtiendo en paradigma a la más atrasada región ecuatoriana, la Amazonia, donde también ha declarado la guerra a la empresa estadounidense Chevron, por su responsabilidad en la destrucción del lugar.
Inteligente esfuerzo de un presidente que ama profundamente a su país, comprende que hay que buscar la unidad entre grupos indígenas que han sido históricamente rivales y evitar que sean manipulados por elementos ambiciosos que, a su vez, serían instrumentos del imperialismo.

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