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Terrorismo y Drones

18 de marzo de 2013

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Mientras el diario Los Angeles Times reclama al Departamento de Estado de su propio país, Estados Unidos, que ponga fin a la ridícula comedia que significa la inclusión de Cuba en la llamada “lista negra” de países patrocinadores del terrorismo, —lo que no es más que un grosero acto de venganza política que justifique la aplicación de sanciones de todo tipo contra la isla, — se conoció que la Corte Federal de Apelaciones estadounidense ha dictaminado que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) debe explicar su participación en los ataques con aviones no tripulados (drones) contra territorios extranjeros.

Curiosamente, la decisión de los tres magistrados fue unánime y rechazó los argumentos anteriormente esgrimidos por la CIA y, el gobierno en cuanto a que “no podían confirmar ni negar la existencia de documentos oficiales” sobre los actos de agresión llevados a cabo contra poblaciones civiles en Paquistán, Somalia o Yemén, que fueron los casos específicamente señalados por los demandantes.

La Asociación de Defensa de Derechos Cívicos (ACLU) es quien exige la publicación de los documentos que prueban la ejecución de sucesivos actos de terrorismo de Estado por parte de las administraciones estadounidenses que, hipócritamente, se amparan en la “cruzada global contra el terrorismo” mientras lo practican oficialmente con medios aéreos que se manejan escandalosamente desde bases situadas en el mismo territorio de Estados Unidos. ¡Cuánto sarcasmo y cinismo es difícil ver!

Aunque fue la pasada Administración de Bush hijo la considerada como iniciadora de estos actos terroristas que suman cada vez más víctimas, -un crecido número de niños,- los datos más recientes muestran que a partir de la Administración Obama los vuelos no tripulados se multiplicaron por varias veces hasta llegar a una cifra récord.

En el año 2012, por ejemplo, los ataques terroristas de Estados Unidos utilizando esos aviones-robot en Afganistán alcanzaron la cifra de 447, originando miles de civiles asesinados de este modo y creando una delicada situación en las relaciones entre Washington y el régimen de Karzai,- instalado allí por EE.UU, -que se ha visto obligado a reclamar cada vez con más fuerza el cese de este tipo de ataques.

Otro país que ha sido objeto sistemáticamente de los ataques con drones contra la población civil en áreas rurales y montañosas es Paquistán, donde desde 2004 se cuantifican 330, según informe del representante especial de la ONU para derechos humanos y antiterrorismo, Ben Emmerson.

Las Naciones Unidas han emitido informes en el que, con lenguaje cuidadoso y diplomático, señalan que estas campañas de los drones no tripulados estadounidenses implican “el uso de la fuerza en el territorio de otro país sin su consentimiento” y son, por tanto, “una violación de la soberanía” del país atacado.

El tema de los drones ha escalado también las primeras planas de algunos medios de prensa estadounidenses a raíz de los debates en el Congreso sobre la designación del nuevo jefe de la CIA, Jack Brennan, a quien desde su cargo de zar antiterrorista de la Casa Blanca de Obama se le atribuye ser un entusiasta impulsor de la utilización de este tipo de armamento.

Vistos todos estos antecedentes, bien pudiera el Departamento de Estado, -hoy regido por el ex militar John Kerry, un hombre que conoce de cerca la guerra,- examinar la posible autoinclusión de Estados Unidos en la caprichosa y selectiva “lista negra” que, en definitiva, se vuelve contra sus propios autores.

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