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Terrorismo exacerbado

8 de enero de 2014

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Un balance, por somero que sea, de la situación en el Oriente Medio, evidencia un escenario hoy, en el 2014, mucho peor que el de hace una década cuando por aquellos parajes irrumpieron los aviones norteamericanos y de la OTAN para invadir pueblos, masacrar personas y hasta contaminar aguas y medio ambiente con el uranio empobrecido de las bombas.
Las noticias de esta primera semana de enero no pueden ser más lapidarias, pues las ciudades iraquíes de Faluya y Ramadi, han sido ocupadas por grupos de Al Qaeda, esos que no se conocían en esas zonas hace diez años y que hoy pululan lo mismo en Iraq que en Siria y Libia.
Según el diario norteamericano “The New York Times” la caída de ambas ciudades en manos de los terroristas representa la primera vez que un grupo vinculado a Al Qaeda ocupa un territorio iraquí.
Pero ningún análisis serio que se haga hoy de lo que está ocurriendo en Irak, puede obviar los años de la ocupación norteamericana.
En esas tierras —ricas en petróleo por cierto— no se conocía a ningún personaje de la red Al Qaeda, y las diferencias interétnicas nunca crearon situaciones tan adversas como las de ahora.
El año 2013 que acaba de concluir dejó un saldo de 8 868 muertos, de ellos 7 818 civiles, y el 2014 comenzó con la toma de dos importantes ciudades por parte de los grupos de esa organización terrorista.
La Casa Blanca y el Pentágono se expresaron de inmediato, aclarando que “no enviaremos tropas” pero “si ayudaremos en esa lucha a los iraquíes”.
Según el diario citado, los combatientes tribales sunitas han sido apoyados por el Ejército iraquí para expulsar a los rebeldes ligados a Al Qaeda.
Hay especialistas que consideran que el llamado Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), que pretenden crear estos grupos terroristas, tiene el objetivo de establecer un emirato donde impere la ley islámica (‘sharia’) en un territorio que abarca Irak, Siria y el Líbano.
Explican algunos analistas que el año pasado, esos grupos cruzaron la frontera y se establecieron también en Siria, buscando una plataforma que, al abrigo de la guerra contra el régimen de Bashar Asad, le sirviera para expandir su influencia.
Según el Ministerio de Exteriores iraquí, se estima en 12 000 el número de milicianos integrados en ISIS en Irak y Siria. Su grado de coordinación varía, pero está claro que utilizan uno y otro lado de la frontera para movilizar hombres y armamento en ambas direcciones.
Además de llevar sus acciones a provincias sirias como Alepo, Idlib y Raqqa, estas fuerzas extremistas tienen gran presencia en el este y en las zonas fronterizas con las provincias iraquíes de Nínive y Anbar, en las que controla grandes territorios.
También se han desplazado hasta Líbano donde recientemente se han producido ataques suicidas con más de una decena de muertos y heridos.
No se puede olvidar que la senadora norteamericana Diane Feinstein, presidenta de la Comisión de Inteligencia del Senado, reconoció en declaraciones a la prensa que “el terrorismo está en alza a nivel mundial. Las estadísticas lo demuestran. Está aumentando el número de víctimas. Hay más grupos, todavía más radicales. Hay más yihadistas decididos a matar para alcanzar sus objetivos”.
Y es esa la situación que vive el Oriente Medio hoy, cuando las invasiones y ocupaciones han exacerbado las diferencias entre grupos de una u otra confesión religiosa y han fomentado el terrorismo que tiene en jaque a poblaciones completas.

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