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Terrorismo e imperialismo de la mano

18 de mayo de 2018

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Golpeados seriamente en Siria, expulsados del norte de Iraq y acogidos “fraternalmente” en zonas de la región ocupadas por tropas norteamericanas, inglesas y francesas, las huestes del Estado Islámico (EI) se proyectan contra naciones del sudeste asiático, donde loa gobiernos, con o sin neoliberalismo, practican una política comercial independiente de Occidente y, por ende, de Estados Unidos.

La más reciente cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático tomó fuertes decisiones para eliminar a esos grupos aparentemente anárquicos, pero con una estrategia y táctica de destrucción y caos que han hecho blanco en zonas de Indonesia y Filipinas, donde llegaron a ocupar durante tres meses una importante zona, incluida la ciudad de Marawi, aunque fueron finalmente expulsados por fuerzas especiales dirigidas personalmente por el presidente Rodrigo Duterte, quien hasta el momento ha tenido éxito en su lucha contra otro flagelo, el narcotráfico.

Pero tanto el EI como otros grupos afines ahijados por el imperialismo norteamericano, con amplia participación de Israel para desestabilizar al Medio Oriente -a pesar de reveses infligidos por los ejércitos sirio e iraquí y la consecuente ayuda solidaria de Rusia al gobierno de Damasco-, no ha dejado de mantener las principales funciones que cumplen para complacer a los halcones dominantes en el establishment estadounidense:

Militarizar la atmósfera en las relaciones internacionales, en perjuicio de la diplomacia; arrebatar las conquistas sociales, instalando estados policiales, en el que tuvieron que ver los atentados de Boston, de París e incluso el de Orlando, y una vigilancia a nivel mundial; ocultar las decisiones vitales a los ciudadanos; hacer de buldócer, allanando el camino de la invasión de sus tropas en determinados países, y provocar caos, y no como medio, sino como un objetivo en sí.

Si durante la Guerra Fría Washington cambiaba los regímenes en Asia, África y América Latina mediante golpes de Estado, hoy para arrodillar a los pueblos indomables recurre a bombardeos, envía escuadrones de muerte y aplica sanciones económicas para matarles, debilitarles, dejarles sin hospitales, agua potable y alimentos, con el fin de que no levanten cabeza durante generaciones.

Así, convierte a poderosos estados en fallidos para moverse sin trabas por sus territorios sin gobierno.

EE.UU. que desde 1991 es la única superpotencia mundial, ha sido incapaz de hacerse con el control de los países invadidos, debido al surgimiento de otros actores y alianzas regionales que reivindican su lugar en el nuevo mundo. Y como el perro del hortelano, ha decidido sabotear la creación de un orden multipolar que intenta gestarse.

En este contexto provoca el caos, ejemplificado en el debilitamiento del BRICS, conspirando y derrocando a Dilma Rousseff y encerrando  en una prisión a Lula da Silva, para impedir que sea el posible próximo presidente brasileño; impide una integración económica en Eurasia, propuesta por Rusia a Alemania, archivada con la guerra en Ucrania; y mina el proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda y una integración geoeconómica de Asia-Pacífico que cubriría dos tercios de la población mundial.

En cambio, crea alianzas militares como la “OTAN sunita” y organizaciones terroristas con el fin de hundir el Medio Oriente en largas guerras religiosas.

La ruptura del acuerdo nuclear con Irán –un inmenso y poblado país– fue antecedido de un plan para el “cambio de régimen”  en Teherán. Y es que, ante la dificultad de una agresión militar, trata de poner en marcha una política de desestabilización, mediante atentados y tensiones étnico-religiosas.

Es la misma politice que trata de aplicar en Venezuela y Bolivia, y solo el Norte de Corea le obliga a cambar de táctica, ante la imposibilidad de rendir a un país que, aunque pequeño, está bien armado y demuestra valor y espíritu de sacrificio.

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