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Terror sin etiqueta

28 de enero de 2015

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Barullo internacional, ola de islamofobia, enaltecimiento de la xenofobia y aprovechamiento del fascismo trajo consigo el atentado contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo, reivindicado por Al Qaeda, condenable en todos sus aspectos, independientemente de haber abusado de lo que llaman libertad de expresión, al publicar caricaturas ofensivas al Islam y a su profeta Mahoma.
Pero casi al mismo tiempo que ello ocurría en París, otro hecho inhumano sucedía en Nigeria, sin que apenas se levantase una voz de condena y sin virtual cobertura informativa: cerca de 3 000 cristianos y musulmanes eran masacrados en la ciudad de Bata por el grupo Boko Haram, en una acción demostrativa de la incapacidad del gobierno de Nigeria de controlar la situación.
Boko Haram lo mismo secuestra a centenares de personas para infundirles miedo o adoctrinarla a su causa, que rapta a seres inocentes como las más de 200 niñas en abril del 2014 para venderlas a millonarios árabes o servir de concubinas a algunos de sus integrantes.
Si en el caso de las niñas se afirmó que el gobierno sabía de la situación y no intervino, en lo de Bata se constató no la complicidad, sino la inutilidad de las fuerzas militares para enfrentar a Boko Haram, lo cual dio motivo a la continuación de la propaganda peyorativa contra las autoridades de la nación africana.
Amnistía Internacional afirmó que el gobierno nigeriano conocía de antemano algunas de las acciones que ejecutarían los terroristas. Esa controvertida entidad jamás ha mencionado la explotación imperialista de los recursos del país, causante del caldo de cultivo de la pobreza de donde se aprovechan precisamente los agentes del terror.
Lo triste es que toda esta situación ha servido de pretexto para que naciones occidentales, principalmente Estados Unidos, hayan enviado asesores con el fin de que actúen como “justicieros” y enseñen a las autoridades a actuar contra Boko Haram.
Las especulaciones sobre cómo consigue Boko Haram financiación eran constantes, hasta que David Alton, miembro de la Cámara de los Lores británica, reveló que organizaciones basadas en el Reino Unido captaban fondos para el grupo, creado hace 12 años como una simple organización estudiantil
En el 2002, ante la crisis económica que asolaba el norte de Nigeria (de mayoría musulmana), cerca de 200 estudiantes de la clase alta decidieron establecerse, junto al líder religioso Mohamed Yusuf, en un campamento cercano a la frontera con Níger.
Sin embargo, fue curiosamente la muerte de su líder lo que radicalizó al grupo. El 30 de julio del 2009, Yusuf fallecía en un enfrentamiento con las fuerzas armadas, tras, presuntamente, intentar escapar después de haber sido detenido momentos antes. Durante esos días, al menos 186 personas perdieron la vida en la ola de violencia causada por su captura, cifra que asciende hasta ahora a unas 5 000.
Desde entonces, la violencia se ha convertido en el único modo de vida de estos nigerianos.
Boko Haram es, sin dudas, el movimiento más violento e imprevisible de África. Pero no es el único que actúa en el continente. De Argelia a Túnez, de Malí a Libia y a Níger, de Nigeria a Kenya y a Somalia, la región sigue siendo presa de grupos terroristas dispuestos a cometer las peores agresiones.
Simultáneamente jihadistas, traficantes, secuestradores y terroristas, todos reivindican su pertenencia a Al-Qaeda. A veces es cierto, otras no. En todo caso se dividieron el continente en zonas de influencia. Hasta tal punto, que el fundamentalismo islámico se volvió un componente obligado de la geopolítica regional.
En ese universo, Libia cobija la mayor concentración de terroristas del mundo, y es el país más peligroso del continente, debido a la cantidad de armamento presente: los servicios británicos de inteligencia exterior (MI6) estiman que hay un millón de armas, es decir más que todo el arsenal del ejército de Gran Bretaña.
Pero esa nación del norte de África se ha vuelto lo que es, un caos, debido a la intervención allí de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte para derrocar al gobierno de ese país y asesinar a su líder, Muammar Al Ghadaffi.

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