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Tal como era de esperar

27 de mayo de 2019

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Hace algunos días el presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro convocó a elecciones adelantadas de la Asamblea Nacional.

No olvidar que Venezuela, como estado de derecho, tiene todas sus instituciones funcionando —excepto la Asamblea Nacional en desacato—.

En esta última, varios de sus miembros se han aliado al diputado Juan Guaidó, un personajillo de poca monta, aupado por Estados Unidos, con evidentes ínfulas de poder y favorable a que Washington aplique la guerra económica contra su país y hasta que use la fuerza militar para sacar del poder a Nicolás Maduro.

Como era de esperar, Guaidó descalificó, desde su tribuna de furibundo mercenario, la propuesta de elecciones adelantadas, muchas veces en boca de los opositores para buscar una solución a la llamada «crisis» apoyada por el gobierno de Donald Trump y su equipo de neofascistas.

En su acostumbrado irrespeto a Maduro y su legítimo gobierno, Guaidó calificó al mandatario como que «está cada vez más disociado».

«No vengan con el cuento de unas elecciones parlamentarias», dijo.

¿Cuál es el problema?, que ni Guaidó ni Estados Unidos van a aceptar algo que no sea la salida de Maduro, su renuncia como presidente, para de esa forma sepultar la Revolución Bolivariana y entregar las riquezas del país a las empresas made in USA.

Guaidó quiere que Maduro le regale los 6 millones 190 612 votos que recibió en los comicios de 2018. Que el triunfo obtenido por el actual mandatario sean borrado de las estadísticas avaladas por una transparencia absoluta y con presencia de autoridades internacionales.

Todo eso si lo aceptaría, pero lo de someterse a elecciones no, porque se sabe perdedor. Y, además, porque llegaría el momento de rendir cuentas ante el pueblo y la justicia de su país, por sus acciones mercenarias, su llamado a la intervención militar extranjera, su participación en la guerra económica a que está sometido el país e, incluso, por apoderarse de dinero venezolano que ha estado en bancos extranjeros, principalmente en Estados Unidos.

No se da cuenta que, como marioneta del imperio, los que ahora lo aúpan desde Washington, lo sacarán del juego, porque los traidores la única paga que merecen es el desprecio.

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