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Táctica cambia, igual objetivo

29 de octubre de 2020

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Endeudada hasta el tope dejó Mauricio Macri a Argentina, que con Alberto Fernández en la presidencia y Cristina Fernández como su vice están presionando al hiperacreedor Fondo Monetario Internacional (FMI) a aflojar las tuercas del endeudamiento.

Asimismo, el FMI tendrá que reevaluar los préstamos que hizo al golpista régimen boliviano, ante la decisión del gobierno popular, ganador amplio de las más recientes elecciones, en reconstruir la economía y enfrentar sin miedo a los entres foráneos acreedores.

Por supuesto, el FMI tendrá que maniobrar para proteger sus intereses en el exterior, sin abandonar el objetivo encomendado por el Imperio: servir como arma no convencional.

Junto al FMI se encuentran otras instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial (BM) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Un documento filtrado a fines del pasado año por WikiLeaks, sugiere que las instituciones globales pueden servir como medios de guerra económica “en tiempos de conflicto, incluyendo la guerra general a gran escala”, así como para influir en “las políticas y la cooperación de los Gobiernos estatales”. Asimismo, señala que la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Tesoro de EE.UU. —que supervisa las sanciones de EE.UU. a otras naciones, como Venezuela—, “tiene un largo historial de realización de valiosa guerra económica”.

El manual precisa que el Ejército de EE.UU. “entiende que la manipulación adecuadamente integrada del poder económico puede y debe ser un componente de la guerra no convencional”. Además, subraya que el Consejo de Seguridad Nacional “tiene la responsabilidad principal de la integración de los instrumentos económicos y militares del poder nacional en el extranjero”.

El manual declara abiertamente lo que muchos analistas han sugerido durante décadas: que las instituciones financieras “independientes”, como el Banco Mundial y el FMI, “son esencialmente extensiones del poder del Gobierno de EE.UU.” e impulsan sus objetivos geopolíticos en el exterior.

A su vez, Whitney Webb, periodista y analista del portal MintPress News, apunta que el Banco Mundial, tiene sede en Washington y su presidente siempre ha sido un ciudadano estadounidense, elegido directamente por el mandatario norteamericano.

 

Accionista mayor

EE.UU. también es el mayor accionista del BM y, por lo tanto, el único miembro con derecho a veto, mientras que el secretario estadounidense del Tesoro, Steve Minuchin, es gobernador del Banco Mundial.

Por su parte, el FMI también está en gran parte “dominado” por la influencia y el financiamiento de Washington, que es su mayor accionista y también paga la cuota más grande para el mantenimiento de la institución, y utilizan sus préstamos y subvenciones para “atrapar” a las naciones endeudadas.

Dada la estrecha relación entre el gobierno de EE.UU. y estas instituciones, no debería sorprender que el fantoche opositor venezolano Juan Guaidó, quien se autoproclamó presidente interino y ha sido respaldado por Washington, quiera solicitar fondos del FMI “y, por lo tanto, una deuda controlada por el FMI” para financiar “su gobierno paralelo”.

Esto es muy significativo, ya que muestra que los principales objetivos de Guaidó, además de privatizar las reservas masivas de petróleo de Venezuela, pasan por volver a atar al país a la máquina de deuda controlada por EE.UU.

Otro blanco de estas “armas financieras” fue Ecuador, cuyo actual presidente, Lenín Moreno, ha tratado de devolverle al país la gracia de Washington y ha llevado a cabo una auditoría del asilo del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, para ganar un rescate de 10 000 millones de dólares del FMI, por lo cual lo sacó de su embajada en Londres y lo entregó a las autoridades británicas, y puede ser extraditado a EE.UU., donde afrontaría una posible pena de hasta 125 años de prisión.

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