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Suma de males

5 de agosto de 2020

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Como siempre, Estados Unidos encabeza el papel de causante y receptor de muchos males en este mundo, y ahora, a la debacle de la COVID-19 y la mala gobernanza de Trump, un presidente que aún puede ser reelegido (aunque pareciera imposible), se le suma la lucha por el control del agua, en la que las empresas privadas se imponen a la propiedad estatal en el control de tan preciado líquido.
Poco a poco aparecen señales preocupantes sobre el acceso al agua. En algunas regiones del planeta para acceder al preciado líquido hacen falta recursos económicos y este bien imprescindible se ha convertido en un lujo que no todos pueden permitirse. A esto se le suma el incremento continuo de la población, un factor que puede cambiar drásticamente la situación en el mercado.
Por una parte, empresas se involucran cada vez más en los negocios vinculados con el agua. La empresa Tetra Techo firmó un contrato de cinco años y 1 000 millones de dólares con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) que le permitirá recoger datos sobre su uso, elaborar estrategias para la gestión de recursos acuáticos y mejorar el acceso en diferentes regiones.
Este contrato no es el primero en el área de la gestión de los recursos acuáticos. Hoy en día existen muchas compañías que obtienen beneficios de negocios relacionados con el agua. Por lo menos 10 grandes compañías trabajan en esta esfera, e incluso existen tres que suministran agua a más de 300 millones de personas en 100 países.
RWE/Tamez, Suez/ONDEO y Violía son las cinco empresas que controlan la mayor parte de los sistemas de abastecimiento de agua en Europa y ahora se expanden en EE.UU.
American Wáter Works, ITT Corp. y GE Wáter son las grandes empresas de abastecimiento de agua en el territorio de Estados Unidos, pero la mayor parte de los estadounidenses se quejan por la mala calidad del servicio.

 

EN FAVOR DEL NEOLIBERALISMO

 
Esto facilita la propaganda del neoliberalismo –enemigo de todo control oficial–, que trata de hacer creer que las corporaciones privadas deben controlar el acceso del agua a la población.
Aunque se conocen precedentes en los que las empresas limitaron a sus clientes el acceso al agua, los casos en los que los gobiernos actuaron de la misma manera son aún más numerosos y, específicamente, muy chapucero –y sospechoso– en lo que respecta a la distribución en el territorio norteamericano.
En términos generales, las empresas quieren más que nada obtener beneficios, lo que solo se puede lograr con un gran número de clientes, por lo cual presionan para que se produzca la privatización del agua a escala mundial.
A la gravedad de la situación se añade el hecho de que la población está creciendo más rápidamente en los lugares donde no hay infraestructura necesaria y el nivel de vida es bajo. En los países ricos, como EE.UU., Europa y Japón, al contrario, se observa una baja tasa de crecimiento de la población. Esto podría provocar desigualdades en cuanto al acceso al agua. Para resolver estos problemas se requieren grandes inversiones y labores conjuntas y concertadas.
Durante la prolongada sequía que está sufriendo California, las autoridades estadounidenses se han mostrado impotentes para afrontar el problema. Para evitar desastres parecidos, en el futuro se requerirá un sistema nacional y racional de suministro de agua que permita distribuir los recursos acuáticos en caso de necesidad. Pero aún no se puede ignorar al Estado, puesto que los proyectos tradicionales de gran escala han sido tradicionalmente responsabilidad de los gobiernos.
En la grave situación política actual, el gobierno de Estados Unidos, tal como ha demostrado frente a la pandemia del nuevo coronavirus, está mal preparado para los retos que planteará la creación de un sistema de este tipo.
Independientemente de quién sea el propietario del agua en el mundo, ya está claro que el planeta está entrando en una nueva era en la que cada vez más el agua se considerará un recurso económico privado. Y este escenario conlleva más riesgos que oportunidades para los pueblos, algunos de los cuales, como el palestino, vive bajo la amenaza perenne sionista de sucumbir de sed, además de hambre y por una agresión armada.

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