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Son tiempos para recordar al Che

6 de agosto de 2015

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Acudir al Che, a sus artículos, sus discursos y otros testimonios dejados durante su vida cargada de convicciones y principios, es válido siempre; ayer, hoy, mañana…
Por estos tiempos en que el mundo conoce y reconoce que a través del diálogo se puede convivir sin necesidad de guerras, siempre resulta necesario recordar al Che Guevara.
Cuando Estados Unidos y Cuba han restablecido sus relaciones diplomáticas, abren embajadas en sus respectivas capitales y alguna que otra señal de la administración Obama indica que da pasos por el camino correcto, nuestro país debe sentir el orgullo de su resistencia, de no haber hecho concesiones, de ser fiel a los principios que enarboló desde el propio asalto al Cuartel Moncada y el posterior alegato de Fidel contenido en La Historia me Absolverá.
En estos más de 50 años de bloqueo y de resistencia, la vida ha demostrado que cuando se lucha con razón y con principios, ninguna amenaza de enemigos, por poderosos que sean, pone de rodillas a un pueblo que conquistó su independencia y enrumbó su desino por un camino distinto al neocolonialismo que nos había impuesto la gran potencia del Norte.
El también conocido como “guerrillero de América”, Che Guevara advirtió siempre que “¡no se puede confiar en el imperialismo ni un tantito así…nada!”.
Por eso no debemos olvidar la historia y mucho menos dejar de identificar a quien corresponde la responsabilidad toda por la no existencia de relaciones civilizadas y normales entre Washington y La Habana.
Hay que tener mucho cuidado con la forma ligera y poco realista con que escuchamos a alguna que otra persona que por estos días parecen haber borrado los hechos y tener su mente puesta exclusivamente en un hipotético florecimiento económico a partir de una también hipotética presencia de capital norteamericano en nuestro país.
La lectura de la historia lo dice todo: una Enmienda Platt con una base militar norteamericana en territorio cubano identificó la llegada del Siglo XX americano, haciendo colapsar la independencia casi conquistada por los patriotas de la Isla contra los colonialistas españoles.
No fue Cuba quien intervino en una guerra en Estados Unidos, ni quien impuso enmiendas a su Constitución y mucho menos quien instaló un enclave militar en aquel territorio.
Fueron los gobiernos norteamericanos de entonces quienes impusieron el neocolonialismo, se apoderaron de grandes extensiones de tierra; instalaron consorcios azucareros, de electricidad y otros; mientras los cubanos sufríamos la pobreza, la insalubridad y el analfabetismo.
Desde aquella potencia se financió, ayudó militarmente y protegió abiertamente, a las dictaduras y gobiernos corruptos existentes en la Isla hasta enero de 1959.
En esas condiciones, la obra iniciada por Martí, Maceo, Gómez y otros patriotas en las guerras de independencia contra el colonialismo español, sembró el espíritu libertario que luego proseguirían Mella, Villena y posteriormente Fidel, quien guió los últimos combates hasta la conquista de la libertad plena.
El triunfo revolucionario fue visto desde el Norte como algo transitorio que más temprano que tarde colapsaría.
Pero no fue así y, una vez la Revolución en el poder, fue Estados Unidos y no Cuba quien rompió las relaciones diplomáticas. Fue el gobierno de Washington y no el de La Habana, el que dictó el más cruel y extenso bloqueo que se recuerda en la historia de la humanidad. Fueron aquellos gobiernos los que financiaron a los grupos terroristas que operaron en el Escambray y otras partes del territorio cubano; y quienes armaron a los mercenarios que invadieron la Isla por Playa Girón.
También fueron las administraciones de la Casa Blanca las que dieron acogida a los asesinos que huyeron de la justicia cubana; mientras desde la vecina potencia se estimulaba y aun se sigue haciendo, la fuga de médicos, científicos, deportistas, y otros profesionales. El plan era y sigue siendo tan claro como cruel: asfixiar a la Revolución, rendir al pueblo cubano.
Nunca la Isla ha estimulado planes y actuado para desestabilizar a los gobiernos de la nación vecina. No ha sido la dirección de la Revolución la que ha estimulado o robado cerebros del poderoso del Norte para que ayuden a nuestro desarrollo.
En estas últimas cinco décadas a las administraciones norteamericanas le ha parecido muy poco la aplicación del bloqueo, y han aprobado e impuesto otras leyes, normas, regulaciones y cuanto invento diabólico existe, para sancionar a Cuba aunque para ello se afecten terceros países, muchos de ellos aliados de Washington.
En política está muy claro que cuando un problema afecta a dos o más naciones, solo el diálogo, el sentido común y la firmeza, pueden conducir a su solución.
No obstante, para nada se puede minimizar u olvidar el daño humano y material causado por la potencia hegemónica que ha dedicado todo tipo de recursos a destruir a una nación vecina, por el solo hecho de haber decidido ser libre e independiente y tener un sistema social diferente.
Hoy, cuando alguno de los interlocutores que buscan una nueva relación se refiere a borrar el pasado y fijar la mirada en el futuro, debemos recordar las palabras del Che y no ceder ni un tantico así…nada; porque todo lo que hemos conquistado es fruto de la resistencia y la tenacidad del pueblo cubano con Fidel al frente.

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