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Solución USA: castigar a los pobres

13 de octubre de 2018

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Cuando pasas hambre, no tienes techo y puedes ser apresado por un supuesto delito, aunque sea el más ínfimo, no tienes deseo de votar para mantener un establishment que te ofrecerá más de lo mismo.
Esa es la lógica que deben manejar aquellos que divagan sobre los resultados de las próximas elaciones de medio término en Estados Unidos, que para algunos constituyen un parámetro de aceptación o no al presidente Donald Trump y su Partido Republicano, el cual, según encuestas –nunca fables-, mantendrá la mayoría en el Senado, pero perderá la de la Cámara de Representantes, que será dominada por el Partido Demócrata, el otro componente del sistema bipartidista.
Durante el mandato de Trump la economía norteamericana ha mantenido su crecimiento y una alta oferta de empleos, al tiempo que ha surgido un fuerte grupo de apoyo que controla el 85% del Partido Republicano, integrantes muchos de ellos de la favorecida raza blanca.
En cuanto al resto de la población, además de los pobres, que ya suman 45 millones y otros elementos desfavorecidos no tendrá el mandatario tropiezo alguno para mantener su injusta política, que asegura la extrema desigualdad ya existente y creciente.
La mitad de los pobres están en su condición extrema, y otras 98 millones de personas podrían descender hacia ese punto, por lo cual no hay mucho donde escoger, y sólo una extensa movilización popular puede hacer que se acuda a votar y no permanecer bajo el manto de la abstención, como intentan algunos pocos líderes honestos demócratas e independientes
En cuanto a los pobres, el mal es endémico. Conozco algunos de ellos que cuandoteníanmejor situación económica cayeron en aquella trampa de las casas baratas, que luego perdieron por no por pagar las hipotecas, durante la crisis del 2008. Otros se arrumaron, al tener que operarse y otros no pueden ir de visita a sus países de origen, por estar endeudados.
La esperanza de esos pobres es adivinar la lotería, antes de que no sean encarcelados por eludir el pago de impuestos presuntamente destinados a algún “beneficio social”.
Uno de los argumentos utilizados en Estados Unidos por quienes abogan por recortes en los beneficios sociales es que los pobres deben dejar de depender de las ayudas y ponerse a trabajar.Se asume, especialmente en una economía que progresa, que hay muchos empleos esperando a ser ocupados por individuos con poca educación, que con frecuencia tienen una discapacidad de un tipo u otro, a veces cargados con un historial criminal (con frecuencia relacionado con la pobreza), sin mucho acceso al sistema de salud y sin entrenamiento, ni ayuda efectiva para conseguir un trabajo.
En realidad, el mercado laboral para estas personas es extraordinariamente limitado y, más aún, para aquellos que carecen de las formas básicas de apoyo y protección social.

 

EL EJEMPLO DE WAL-MART

 
No hace mucho se publicó un informe de Naciones Unidas que ilustraba lo anterior con el caso de los trabajadores de Wal-Mart, el mayor empleador de Estados Unidos.
“Muchos de sus trabajadores no pueden sobrevivir, teniendo un trabajo a tiempo completo, si no reciben cupones de alimentación. Esto encaja en una tendencia más amplia: el porcentaje de hogares que, mientras tenían ingresos, también recibían asistencia para alimentación aumentó de 19,6 % en 1989 a 31,8 % en 2015″, y ello aumentó en la actual administración.
Uno de los mecanismos que dificultan el progreso de los más pobres son la gran cantidad de multas y tasas que se aplican a quienes cometen pequeñas infracciones y que se acumulan hasta convertirse en una enorme carga para ellos, como el hecho de que los permisos de conducir son suspendidos por una gran cantidad de faltas no relacionadas con el tráfico, como el no pagar una multa.
Esa es una forma perfecta para asegurarse de que los pobres, que viven en comunidades que se han negado a invertir seriamente en sistema de transporte público, sean incapaces de ganarse un dinero que les habría ayudado a pagar la deuda pendiente, lo cual desnuda a un sistema legal utilizado, para recaudar ingresos y no para promover la justicia.
Ya el ser pobre es suficiente para ser criminalizado en Estados Unidos. Es un delito dormir al descampado, sentarse en lugares públicos, mendigar, etc., todo concebido para atacar “la plaga de los sin techo”.
Solo en la zona de SikeRos, en el centro de Los Ángeles, hay 1 800 sin techo que disponen de apenas nueve baños públicos, una cifra que ni siquiera cumple con los estándares de la ONU para los campos de refugiados y situaciones de emergencia.
El tema es realmente extenso, pero basta conpresentar un informe de Naciones Unidas que destaca la desigualdad vigente. Señala que el 1% más rico pasó de obtener el 10 % de todos los ingresos nacionales en 1980 a conseguir el 20 % en el 2017. En el caso de Europa, ese indicador pasó de 10 % a 12 % en el mismo lapso.
La fortuna de los miembros iniciales del gabinete de Trump alcanzaba a 4 300 millones de dólares, perol ahora es mucho más, que aumenta al unísono junto a su condición de halcones que se aprovechan del mayor volumen de la producción y venta de armas.
O sea, utilizan su poder económico y político para avanzar y consolidarsus propios intereses, lo cual, según Alston, alto funcionario de la organización internacional, es una muestra de alta desigualdad que debilita al crecimiento económico sostenido, y advierte:
“Se manifiesta en bajos niveles educativos, un sistema de salud inadecuado y la ausencia de protección social para la clase media y los pobres, lo que a su vez limita sus oportunidades económicas e inhibe el crecimiento general”.

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