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Siria: la integridad territorial en peligro

22 de enero de 2018

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Como era de esperarse, las victorias militares del Ejército Nacional Sirio con el apoyo de las fuerzas rusas derrotando a los terroristas del Estado Islámico (DAESH) y expulsándolos de sus principales posiciones en ciudades y campos, así como causándoles importantes bajas y destrucción de sus equipos, han llenado de alarma al gobierno imperialista de Estados Unidos, que disimuladamente confiaba en esa banda criminal derrotada para lograr la salida del presidente sirio Bashar Al Asad y, si fuera posible, su eliminación física.

Ante la nueva situación creada, la Administración Trump parece decidida a regresar a los planes iniciales que contemplaban una proyectada desintegración de Siria, aprovechando diferencias étnicas, regionales y religiosas que, todas mezcladas, dieran al traste con la unidad nacional de ese país reduciendo sustancialmente sus capacidades de actuación en aquel ámbito regional y favoreciendo así, una vez más, los propósitos de su aliado, el estado sionista de Israel.

Ese objetivo ha sido recién anunciado por el secretario de estado yanqui, Rex Tillerson, cuando afirmó que las fuerzas intervencionistas estadounidenses que se encuentran ilegalmente dentro de territorio sirio desde hace varios meses permanecerán allí y serán reforzadas, constituyéndose en una punta de lanza desestabilizadora, agresiva y provocadora de eventuales choques directos con el Ejército Nacional Sirio en busca del pretexto para una intervención masiva semejante a la perpetrada contra Iraq en 2003.

Las maniobras imperialistas, por lo reiteradas, llegan a verse bien claras y ya no engañan a nadie. Se intuyen desde muy al principio y, en este caso, se advierten desde sus pasos iniciales, como adelantó el canciller ruso Sergei Lavrov.

En la región norte de Siria, fronteriza con Turquía, donde se hallan emplazadas las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (compuestas por población Kurda), se encuentra actualmente el grueso de la fuerza militar intervencionista de Estados Unidos, entrenando y organizando a esos elementos y preparándolos para lo que sería un posterior avance hacia el sur.

Por su parte, el ambivalente gobierno turco sigue envuelto en sus propias contradicciones. Mientras dice desear la paz en Siria sigue protegiendo y apoyando a grupos terroristas internos, socavando la legitimidad del presidente Al Asad, sin asumir una posición firme y definitiva en sus entendimientos con sus vecinos Rusia e Irán.

Ahora teme y se alarma con el fortalecimiento de fuerzas kurdas en sus fronteras con Siria apoyadas por Estados Unidos, lo que pudiera conducirlo a enfrentamientos irreversibles con sus aliados dentro del pacto militar de la OTAN, encabezados por Washington, que no cesan de presionarlo y enviarle señales amenazantes.

Como señalamos, tras los éxitos obtenidos en la cruenta batida contra las bandas terroristas es ahora la integridad territorial de la nación siria lo que está en peligro. Todo indica que la extraña y nunca bien esclarecida relación entre los gobiernos de Estados Unidos e Israel con las mencionadas bandas actúa como telón de fondo en esta nueva situación.

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