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Sin visible solución

4 de septiembre de 2020

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Crisis financiera internacional, epidemias como el ébola y la hoy muy extendida del nuevo coronavirus, sacuden a los países africanos, principalmente a los subsaharianos.
Se dice que crecen económicamente, pero esto es por la producción petrolera y la de mineral, en la que las transnacionales se llevan la mayor parte de las ganancias y el Estado no cumple los compromisos con su pueblo, además de no encontrar un adecuado financiamiento, prometido por Occidente para tratar de desplazar a China, que lo hace en condiciones mucho más ventajosas y llama a la cooperación para beneficiar el combate al subdesarrollo y la miseria.
Pese a inundaciones, sequías, regiones desérticas y el cambio climático y epidemias de todo tipo, como las mencionadas antes, África es un continente que no solo pudiera alimentar a sus 1 300 millones de habitantes, sino sería capaz de exportar y hasta de competir en varios rubros. No obstante, 400 millones de personas pasan hambre y 200 millones de subsaharianos se encuentran desnutridos y pendientes de ayuda urgente.
Cierto, no podemos pasar por alto lo del deterioro climático, porque es extremadamente nocivo para algunos países que dependen del 90% de la agricultura.
El Cuerno de África sufre de bajas precipitaciones y de disminución de la fertilidad del suelo, debido a la pérdida de nutrientes.
El Lago Chad es hoy el 10% de lo que era hace unos años, pues ha pasado de 25 000 kilómetros cuadrados a menos de 1 500, y puede desaparecer para dentro de dos décadas. Las implicaciones para los 30 millones de personas que viven en los países de la cuenca del Chad (Camerún, Chad, Níger y Nigeria) son simplemente catastróficas.
Un Informe sobre el Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) declaraba que las consecuencias del cambio climático serán mucho peores cuanto más pobre sea el país en cuestión.
Por eso, asombra oír pareceres sobre el desarrollo económico del maltratado continente africano, cuando lo que busca Estados Unidos, así como otroras potencias coloniales, es la inversión en rubros convenientes para la super explotación por las transnacionales y el detrimento de vastas zonas de tierras agrícolas excepcionales.

 

 

RECORDATORIO

En los años 60 del siglo pasado, en pleno proceso descolonizador, África exportaba alimentos a razón de 1,3 millones de toneladas anuales, y en la actualidad tiene que importar el 25% de los que consume, al tiempo que las muertes por hambre son algo corriente.
Veamos algunos de esos problemas:
Una deuda externa impagable que se ha condonado varias veces y vuelve a resurgir, porque África sigue estando sometida a la política del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), que la vuelven a hacer renacer.
El resultado de las políticas neoliberales de los “programas de ajuste social” ha sido el desempleo, la liquidación de los subsidios a la agricultura y la del gasto social; salarios de miseria, aplastamiento de los derechos laborales y pobreza generalizada.
La política del FMI y del BM en África ha sido mucho más perjudicial que en América Latina. En Latinoamérica, estas instituciones se contentaban con vaciar de contenido al Estado y tutelaban los aspectos macroeconómicos de sus terribles ajustes sociales.
En África han ido más lejos, llegando a gestionar los aspectos más concretos de su economía, con lo que la devastación de estos países ha sido total: gestionaron aspectos de la microeconomía con decisiones tales como la rapidez con la que los subsidios debían ser eliminados, cuántos funcionarios tenían que ser despedidos, o incluso, como en el caso de Malawi, qué parte de la reserva de cereales del país debería ser vendida y a quien. En otras palabras, se metieron en las mismas entrañas de la implicación del Estado en la economía agrícola para hacerla pedazos.
África no sólo tiene problemas financieros con su deuda externa. La realidad es aún peor: los llamados fondos buitres compran las deudas de los países pobres a bajo precio y luego se la exigen a su valor inicial, con intereses desorbitados. En la actualidad arrastran por los tribunales a una decena de países africanos en una cincuentena de procesos.
Si a lo anterior, le agregamos que, de una u otra manera, intervienen militarmente cuando ven en peligro su hegemonía o para extenderla, haciéndola inevitable, es lógico pensar que no hay una solución a la vista.

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