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Sin papitas sintéticas

10 de noviembre de 2020

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No hace falta la pandemia de la COVID-19 para explicar el hambre en África, donde sólo en tres naciones: Sudán del Sur, Burkina Faso y Nigeria, hay unos 180 millones de personas amenazadas con morir de hambre en el curso de los próximos meses.

El hecho es que la ayuda internacional alimentaria ha menguado extraordinariamente, en tanto la situación es desesperante en la nigeriana Biafra, gran castigada por las riquezas que tiene su subsuelo, provocadoras de constantes conflictos de todo tipo.

Recuerdo que Biafra fue la zona más afectada por un levantamiento secesionista planeado y exacerbado por las ex potencias coloniales de Francia y Bélgica, a tal punto que decenas de miles de niños fueron las primeras víctimas mortales.

En aquella ocasión, la “buena gente de París” (que no tiene nada que ver con la bella canción) enviaba a los infantes moribundos grandes cantidades de bolsas con papitas sintéticas, estimo que superior en sabor a las originales, pero que, como paliativo, tenía una función insignificante.

Era muy común la divulgación de radiofotos con niños convertidos en calaveras, o calaveras con piel de niños a quienes se presentaba degustando tal alimento, que no los privaría de la muerte.

A veces, realmente muchas veces, no se dice toda la verdad, sobre esas naciones y otras muchas de África, donde sólo hay un apoyo estatal a la agricultura para la exportación, siguiendo las órdenes de las multinacionales, como sucede con el chocolate, exportado a EE.UU. por Costa de Marfil para entidades que confeccionan golosinas, como, por ejemplo, los bombones Jersey o para mejorar los sabores de las populares donas (donuts).

 

Inseguridad alimentaria

No tengo información sobre sucesos recientes, pero sé que no es muy diferente como ocurrió en Etiopía durante la hambruna de principio de los ´80, que llevó al uso de buenas tierras para cultivos dedicados a la exportación, mientras que los de alimentos básicos se relegaron a suelos cada vez menos adecuados, lo que exacerbó la inseguridad alimentaria.

Kenia se especializó en el cultivo de flores para exportar a Europa; Ghana (además de Costa de Marfil) en el cacao para EE. UU. y así sucesivamente. En ningún caso hablamos de cultivos para la alimentación local.

Y cuando a las multinacionales les han convenido, han hundido los precios de estos productos, consiguiendo buenos beneficios a costa de dañar aún más a la economía del país exportador.

El éxito mismo del programa de Ghana para expandir la producción de cacao hace algunos años disparó una caída del 48% en el precio internacional, amenazando con, como lo expresó un informe, “incrementar la vulnerabilidad de la economía entera a los caprichos del mercado del cacao”.

Posteriormente. un colapso en los precios del café contribuyó a otra emergencia alimentaria en Etiopía.

Las prácticas comerciales de EE.UU. y de la Unión Europea han dado la puntilla a la agricultura africana: subsidiada por sus Estados, los países desarrollados introducen productos a bajo precio y sin competencia posible, y así hunden la agricultura/ganadería local.

Hay muchos ejemplos sobre lo anterior, que tuvo alguna solución con la entrada en escena de la República Popular China, aún insuficiente.

La situación sigue siendo grave, hay hambre en África, millones de niños morirán en los próximos meses, y ya no se puede contar ni con la “papita sintética”.

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