ribbon

Sin límites

14 de septiembre de 2025

|

 

Dicen que el canciller trumpista, Marco Rubio, encabeza el grupo gusaneril de apátridas cubano-venezolano que estimula a Donald Trump para agredir militarmente a Venezuela, acusándola falsamente de ser un estado narcoterrorista.

En este contexto se encuentra el despliegue por Estados Unidos de buques de guerra en el Caribe y el secuestro durante ocho horas de un barco pesquero y su tripulación, bajo el pretexto de combatir el narcotráfico.

Empero, la balandronada del gobierno de Trump ha servido para alertar a la región aún más y a preparar a cientos de miles de venezolanos para enfrentar una eventual agresión, además de desnudar la inmoralidad de seres como Marco Rubio, un fiel seguidor por conveniencia de un sujeto de un gobierno que desborda y viola los límites de la responsabilidad.

Con este presidente hay una disputa en el poder. Se otorga y se retira. Y mediante órdenes ejecutivas, cambios de personal, la influencia de su posición privilegiada y un descaro absoluto, Trump ha asumido poderes que ninguno de sus predecesores modernos llegó a alcanzar.

También ha recibido el poder de muchos a su alrededor. Una base ferozmente leal que lo acompaña en las buenas y en las malas. Un Congreso y una Corte Suprema que han cedido su autoridad al poder ejecutivo, además de que Universidades, bufetes de abogados, medios de comunicación y otras instituciones han negociado o llegado a acuerdos con él.

El gobierno estadounidense es poderoso, pero no es inherentemente omnipotente. Como Trump aprendió —para su frustración— en su primer mandato, el presidente está limitado por la Constitución, las leyes, los fallos judiciales, la burocracia, las tradiciones y las normas. No obstante, en su segundo mandato ha conseguido eliminar, aplastar, ignorar o neutralizar muchos de esos mecanismos de control.

Los líderes pueden ejercer su voluntad mediante el miedo y la intimidación al determinar los temas que se discuten y moldear las preferencias de la gente, argumentó Steven Lukes en “Power: A Radical View”, su influyente libro de 1974. Profesor emérito de la Universidad de Nueva York, explicó que Trump ejemplifica las tres dimensiones del poder. La innovación es la “liberación epistémica” —la disposición a inventar hechos sin pruebas.

“Esta idea de que puedes decir cosas que no son ciertas, y que no le importe a tus seguidores ni a mucha otra gente… eso me parece algo nuevo”, al menos en las democracias liberales, dijo Lukes. Trump utiliza memes y chistes —más que argumentos y activismo— para expresar sus preferencias, añadió.

Un elemento central de la campaña de Trump en 2024 fue su afirmación de que era víctima de una “persecución despiadada” perpetrada por “el Departamento de Injusticia convertido en arma por el gobierno de (Joe) Biden”.

Con cuatro casos penales en su contra en Nueva York, Washington y Florida, Trump dijo en el 2023 que su anhelo no era acabar con el uso del gobierno como arma, sino aprovecharlo. “¡Si vienen por mí, iré tras de ustedes!”, escribió Trump en su plataforma social Truth Social el 4 de agosto de ese año.

“Si llego a ser presidente y veo a alguien que lo está haciendo bien y me está dando una paliza, yo digo: ‘Vayan y acúsenlo penalmente’”, declaró en una entrevista con Univisión el 9 de noviembre del 2023. Y un mes después, cuando un entrevistador de Fox News le dio la oportunidad de garantizarle a los estadounidenses que usaría el poder con responsabilidad, respondió que no sería un dictador “excepto el primer día”.

Se retractó en buena medida de esas amenazas conforme se acercaban las elecciones, incluso mientras continuaba su campaña contra el uso del gobierno como arma. Cuando ganó, declaró el fin de eso.

“Nunca más se utilizará el inmenso poder del Estado como arma para perseguir a los oponentes políticos —algo de lo que yo sé—”, expresó Trump en su segundo discurso inaugural.

Un mes después: “Le puse fin al uso de Joe Biden (del poder) como arma en cuanto tomé posesión”, declaró Trump en un discurso el 22 de febrero en la Conservative Political Action Conference en las afueras de Washington. Y 10 días después de eso: “Hemos puesto fin al uso del gobierno como arma, donde, por ejemplo, un presidente en funciones puede procesar brutalmente a su oponente político, como ocurrió conmigo”.

Dos días después, el 6 de marzo, Trump firmó una orden de amplio alcance dirigida a un destacado bufete de abogados que representa a demócratas. Y el 9 de abril, emitió memorandos presidenciales que ordenaban al Departamento de Justicia investigar a Chris Krebs y Miles Taylor, dos funcionarios de su primer gobierno.

Habiendo dicho eso, el uso del gobierno como arma está donde empezó. Trump ya no está rodeado de abogados ni funcionarios gubernamentales apegados a la tradición, y su instinto para jugar sus cartas con agresividad encuentra pocas limitaciones.

Comentarios