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Secesionismo que no para

2 de septiembre de 2013

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Mientras el presidente norteamericano, Barack Obama, trata de inculcar mediante las armas y muy lejos de sus fronteras la  supuesta grandeza de una realmente nación abusadora y dispuesta a agredir bajo cualquier pretexto a países más pequeños, en los 50 estados de la denominada Unión Americana han continuado las demandas separatistas, principalmente en Texas.

No importa que hayan sido desestimadas judicialmente tales peticiones, porque el movimiento sigue creciendo, alimentado principalmente por la ultraderecha racista, que odia tanto a negros como latinos, a judíos como musulmanes y católicos, deseosa de riquezas que no quiere compartir con el gobierno federal.

El quehacer desmembratorio no solo tiene en Texas su principal protagonista, sino que incluye en primera línea a los estados de la Florida, Carolina del Norte, Tennessee, Georgia y Louisiana, aunque la orientación a los medios de prensa, supuestamente libres y objetivos, es de no darle mucha cobertura, y más ahora que se trata de convencer a la opinión pública de castigar al gobierno sirio por supuesto uso de armas químicas contra la invasión mercenaria.

En 37 estados se han introducido leyes a favor de la soberanía., mientras la Administración demócrata sigue empeñada en su idea centralista del país.

Lo cierto es que siguen proliferando organizaciones a favor de la emancipación, que comparten un deseo inspirado en los tiempos coloniales: convertir sus regiones en repúblicas independientes.

Una encuesta realizada por la compañía de sondeos Zogby International, afirma que casi una cuarta parte de los estadounidenses cree que “cualquier estado tiene derecho a la secesión”. Además, el 18% afirmó que “apoyaría la independencia de su región”.

Este fenómeno ya fue pronosticado por el gobernador de Texas, Rick Perry. En una de las concentraciones que celebró el Tea Party en Dallas, pidió públicamente la secesión para convertir el estado de la estrella de nuevo en una república.

“Menospreciando a los americanos y  estrangulándolos a base de impuestos, gastos y deuda, podrían llegar a hartarse tanto que en algún momento podrían desear independizarse”, desafió Perry. Aunque gran parte de los estadounidenses rechaza la tendencia separatista, expertos políticos y sociólogos estiman que la reaparición de los movimientos secesionistas forma parte de la llamada “oleada anti-Washington”, que se está extendiendo rápidamente por todo el país.

Uno de los primeros en mostrar su deseo de independencia fue Thomas Naylor. Este ex profesor de Economía de la Universidad de Duke lidera la Segunda República de Vermont, una red de ciudadanos cuya intención es separar el estado de Nueva Inglaterra del “imperio estadounidense”.

Mientras, sus vecinos del noroeste imaginan la República de Cascadia, que estaría formada por Washington, Oregón y la provincia canadiense de Columbia Británica. La idea de este territorio se remonta al tercer presidente estadounidense, Thomas Jefferson, quien imaginó el establecimiento de una nación independiente en la porción occidental del continente norteamericano. Además, California ha tenido hasta 27 intentos infructuosos de secesión, bien del gobierno federal o de división interna del propio estado, el  más reciente hace cuatro años.

Gran parte de este movimiento se explica por la persistente intención del gobierno de promulgar leyes que se oponen a  la décima enmienda de la Constitución que establece que cada estado “tiene soberanía, libertad e independencia”, y que los poderes que la Carta Magna no otorgó al Gobierno federal, “pertenecen a los estados y al pueblo”. Pero, ¿es capaz un estado de desafiar las leyes del gobierno estadounidense? La décima enmienda ya ha posibilitado que muchas regiones promulguen leyes contrarias a las federales. Boldin asegura que “en 37 estados se han introducido legislaturas a favor de la soberanía estatal y al menos en siete han sido aprobadas”. Un ejemplo de ello es el uso de la marihuana, permitido en California pero penalizado en el resto del país.

Ello encuentra no solo eco en los sectores conservadores, sino en otros que califican de hipócrita la política de Obama, a quien, dicen,  “mucha gente lo apoyó…,  porque estaban hartos de guerras, torturas, espionaje y violación de la libertad personal. Pero Obama no solo no lo está cambiando, sino que lo está incrementado”.

 

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