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Se calienta el Ártico

25 de mayo de 2021

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Otrora región olvidada y congelada –solo reflejada por los libros de geografía– el cambio climático y sus efectos descongelantes la proyectan hoy como uno de los territorios donde se escenifican las pugnas geopolíticas que recorren el mundo, a consecuencia de la voracidad insaciable de las potencias capitalistas desarrolladas y el afán de dominio, que incluye a las rutas marítimas y su utilización desmedida.

Es el caso del Océano Glacial Ártico, cubriendo el extremo norte del globo terráqueo y extendiéndose desde el Atlántico y el Báltico –por el oeste– hasta el lejano Pacífico norte en los confines asiáticos. Recorre, por tanto, una extensa ruta con importante significado estratégico y económico, que se ha convertido gradualmente en accesible y navegable.

La aparición de esta nueva coyuntura, que hasta entonces recibió poca atención, dio lugar a que ya en 1995 los países ribereños interesados constituyeran el llamado Consejo del Ártico, al que se adscribieron Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia, y, por supuesto, la Federación de Rusia, dentro de cuyos mares territoriales y de jurisdicción económica se encuentra la mayor parte del Ártico en toda su extensión.

Para Rusia, como es de suponer, la apertura de esa vía marítima del Ártico se traduce en una importante ventaja económica pero es también un nuevo flanco de preocupación defensiva y de seguridad nacional, que le obliga a tomar las medidas disuasivas correspondientes, tal como ha realizado.

Tener en cuenta que todos los demás integrantes del Consejo del Ártico, -excepto Finlandia son miembros del pacto de la OTAN y participan, de una u otra manera, en el caso que trata de armarse contra Rusia desde sus diferentes fronteras.

La agresiva OTAN ha dicho mostrarse “preocupada” por las medidas defensivas tomadas por Rusia son respecto al Ártico, todas a partir de su propio territorio, incluyendo los espacios aéreos y marítimos que legítimamente le pertenecen.

En la reciente reunión del Consejo del Ártico celebrada en Reyjavik, Islandia –que fue precedida por la Cumbre de cancilleres entre Estados Unidos y Rusia– este país dejó bien claros los derechos que le asisten según la ley internacional, a los cuales no está dispuesto a renunciar.

Las ambiciones de la OTAN sobre el Ártico pudieran llegar a calentar a esos remotos y otrora congelados mares.

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