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Sanciones y nuevos aranceles

28 de mayo de 2019

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Resulta insoportable que las reglas de juego de un mundo donde vivimos 7 500 millones de habitantes, se sustenten en los avatares de gobiernos o presidentes empeñados en dominarlo para sí.

El siglo XXI avanza enredado en esa coyuntura. Varios frentes de guerra abiertos por la potencia que pretende imponerse y cada vez se complica más en esta especie de callejón sin salida.

Además de los escenarios militares, las administraciones estadounidenses se han especializado en otros tipos de guerras: las sanciones económicas y comerciales, la confrontación arancelaria y la apropiación de recursos de cuanto país les interese.

Hoy, por ejemplo, mientras grandes contingentes de tropas y medios bélicos, que incluyen proyectiles nucleares se concentran en los mares cercanos a la República Islámica de Irán, el presidente estadounidense aprieta el gatillo de la guerra comercial contra China y ya empieza a causar grandes daños hasta a su propio país.

Noticias muy recientes refieren que los aranceles sobre los productos chinos que entraron en vigor el 10 de mayo, pasando del 10 al 25%, generan un aumento de los costos por dos conceptos: la carga fiscal adicional que enfrentan los consumidores y una pérdida de eficiencia o peso muerto.

Los propios economistas de la Reserva Federal de Nueva York argumentan que el costo anual aumentó a 831 dólares este año desde los 419 dólares de la última ronda de aranceles que se aplicó el año pasado. Agregaron que es probable que unos aranceles más altos generen grandes distorsiones económicas en Estados Unidos.

Pero Trump insiste, amenaza a China, le hace guerras a empresas del gigante asiático, y no mira para el interior de su país, donde ya la población se siente los estragos de tales medidas.

Los especialistas explican que dado que los exportadores chinos no redujeron sus precios, se apreció que un arancel del 10% reduce la demanda de importación en un 43%, lo que significa que los compradores estadounidenses de importaciones ahora pagan un “impuesto de importación” sobre el precio base. Este costo adicional luego se transfiere del comprador al consumidor, quien termina pagando más.

Otra afectación a la que se refieren los economistas tiene que ver con la llamada «pérdida de peso muerto», lo que quiere decir que las empresas norteamericanas que comercian con China ahora tienen que buscar fuentes de suministros relativamente más baratas, pero menos eficientes, lo que crea una gran pérdida de eficiencia comercial. Se pone el ejemplo de una empresa acostumbrada a importaciones chinas que han costado —por ejemplo— 100 dólares, un arancel del 10%, eleva ese precio a 110 dólares.

Lo que se conoce como «guerra comercial» entre Estados Unidos y China afecta a las empresas del gigante asiático, que ahora reorientan sus exportaciones a otros mercados, pero también a los importadores y consumidores estadounidenses, por ende, a la población.

A la par con esta descabellada política, la administración Trump ya no sabe a qué país sancionar. Lo hace contra China, Rusia, Irán, Venezuela, Siria, Cuba, Nicaragua, y decenas de países más.

Resumiendo, en el mundo de nuestros días reina una gran incertidumbre, y en cada amanecer se trata de saber a qué país atacaron, que nueva guerra militar se ha hecho, cuáles son las nuevas sanciones, en fin…

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