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Rumanía y el fiasco de la “revolución de diciembre”

12 de noviembre de 2014

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Cincuenta y un, coma, tres por ciento, algo más que la pobre asistencia a las recientes elecciones norteamericanas de medio término, marcó la primera vuelta de los comicios presidenciales de Rumanía, donde ninguno de los candidatos logró el 50% más uno de los sufragios, por lo que en la segunda vuelta, el próximo día 16, rivalizarán los dos más votados, el primer ministro socialdemócrata, Víctor Ponta, y el candidato liberal, Klaus Iohannis.
A la agrupación del premier se le vincula con escándalos de corrupción, mientras su oponente, de origen alemán, tiene nexos muy estrechos con Berlín.
Ambos, así como el resto de los fracasados candidatos, abogan por programas neoliberales.
Iohannis y Ponta batallarán ahora por el electorado de los candidatos que se han quedado fuera de la carrera presidencial: el ex primer ministro Calin Popescu Tariceanu, la aspirante conservadora Elena Udrea, protegida del presidente saliente Traian Basescu; y la candidata independiente y ex ministra de Justicia, Monica Macovei.
Aunque las elecciones transcurrieron con normalidad en territorio nacional. se vieron empañadas por la falta del número de urnas y personal en las secciones de votación en el extranjero, donde hay unos cuatro millones de rumanos, tres millones de los cuales marcharon al exterior ante la constante y pésima situación económica, derivada del fracaso de la denominada revolución de diciembre, que en 1989 depuso al gobierno socialista.

 

SITUACIÓN CAÓTICA

 

Si bien la situación en Rumanía no ha alcanzado la gravedad que en su vecina Hungría o en la algo más lejana Letonia, este país es el tercero de la región que se ha visto obligado a solicitar una ayuda a las instituciones financieras internacionales y principalmente al Fondo Monetario Internacional.
Como resultado, Rumanía va a percibir un total de 19 400 millones de euros, distribuidos de la siguiente forma: 12 900 millones del FMI, durante dos años, destinados a cubrir las reservas de divisas del Banco Nacional y sostener así al leu local; 5 000 millones
de euros, del Banco Europeo para el Desarrollo, para
financiar el déficit presupuestario y, finalmente, otros 1 500 millones del Banco Mundial.
La llegada del dinero del FMI permitirá liberar las reservas congeladas del Banco Nacional, pero también existe la posibilidad de que los bancos extranjeros a los que van destinadas, las transfieran a su central u otras sucursales en el exterior donde existan problemas más graves de liquidez.
La situación se presenta llena de incertidumbre, lo que tiene un reflejo inmediato en la situación política y en la inestabilidad social. No en vano, un informe de Economist Intelligence Unit, publicado por The Economist, sitúa a Rumanía en el puesto número 66 en un índice de 95 países con grave riesgo de inestabilidad.
Poco a poco se van conociendo las condiciones impuestas por
las instituciones financieras, a saber: un máximo de 4,5% de déficit presupuestario, congelación salarial y moderación en el incremento de las pensiones, debido a la gran presión de éstas últimas sobre el presupuesto; reforma fiscal y reestructuración del sistema salarial de los empleados públicos y, en particular, reducción de los complementos salariales.
Las primeras respuestas de los sindicatos no se han hecho esperar, en forma de plantes y paros de los empleados públicos y de los pensionistas o jubilados, que ven así frustradas las quiméricas promesas escuchadas durante la anterior campaña electoral.
Es decir, 800 000 pensionistas seguirán teniendo una pensión mínima que es 100 veces más pequeña que la máxima, disfrutada por escasamente un 2% de los jubilados.

 

SONDEO REVELADOR

 

Una reciente encuesta revela el dato demoledor de que Rumanía se siente incómoda en el capitalismo, asegurando que más del 60% de la población tenía unas mejores condiciones de vida en la etapa socialista, que terminó en 1989.
El nuevo sondeo sociológico realizado para el diario Adevarul por el Instituto Nacional para el Estudio de los Servicios y el Consumo de la Población, comprendió desde el 30 de agosto hasta el 4 de septiembre últimos, con motivo de la cercanía del aniversario 25 de lo que los medios de propaganda del capital denominan “revolución de diciembre de 1989″; muestra que, como ya se había comprobado en estudios anteriores, los rumanos siguen considerando que vivían bastante mejor con el sistema socialista. Cuando el sondeo preguntó por la justicia, no por la justicia como institución, sino por su sentido social del concepto, la respuesta de los rumanos ha sido que hay actualmente menos justicia que antes de 1990 (un 68%)
En cuanto a lo que se refiere al nivel de vida, el 61% de los rumanos creen que, tras 25 años de barbarie capitalista, se vive ahora bastante peor que antes de 1990. Como enunciamos antes, tres millones de rumanos han huido de su país para poder encontrar un puesto de trabajo, mientras que sólo un 0,6% se meten en el bolsillo más de 3 000 euros al mes.
Igualmente, los encuestados no dudaron ante la pregunta de si la justicia es independiente bajo el régimen capitalista, con un claro No por un 53,5%, debido a que este sistema permite que una minoría se apropie del capital y controle los partidos políticos, los medios de información y las instituciones.
La terapia de choque neoliberal ha acabado con cuatro millones de puestos de trabajo, de los ocho millones existentes en 1990, provocando la ruina del país y de sus trabajadores.
El pueblo echa de menos el socialismo. Y la pena es que no se pueda preguntar a esos tres millones de rumanos que tuvieron que abandonar el país ante la crisis profunda en la que se vio sumido y se sigue viendo en ella.

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