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Roma-Glasgow: sombras y dudas

4 de noviembre de 2021

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Roma, la capital italiana, y Glasgow, la capital escocesa del Reino Unido –a continuación una de otra– han sido sedes recientes de importantes encuentros formalmente separados uno de otro pero en la realidad muy relacionados entre sí.

El primero de ellos formó parte de la larga serie de Cumbres de jefes de estado y gobiernos de los 20 países considerados como más económicamente desarrollados del planeta, que cada cuatro años deben verse las caras en una sede rotatoria por regiones. Es una estructura autóctona formada por los citados países, que no pertenece al sistema de Naciones Unidas ni cuenta con una organización permanente, pero que al país sede de la Cumbre corresponde temporalmente conducir durante sus cuatro años de mandato. Así ocurrirá con Italia en el próximo cuatrienio del G-20.

Se supone que su objetivo es llegar a consensos aceptables sobre los principales problemas económicos del mundo, aunque no excluye otros temas urgentes como han sido esta vez la Pandemia COVID-19 y el cambio climático, que no son problemas puramente económicos pero que por su magnitud y gravedad influyen directamente en la economía.

El G-20 concentra el 80 por ciento del producto interno bruto mundial, casi ¾ partes de la población y un extenso territorio terráqueo que, sumado a los mares jurisdiccionales, llena una buena parte del globo.

De ahí la importancia que desde su fundación ha concentrado y el interés que –exagerado o no– motivan sus reuniones periódicas, a las cuales unos conceden gran relevancia y otros fustigan al considerar que nada resuelven en concreto y mucho menos a corto plazo, tal como requieren los graves problemas mundiales de hoy. La vacunación contra la COVID 19 es un claro ejemplo.

La COP26 –conferencia climática de las Naciones Unidas– parece revestir mayor seriedad y responde a los detallados planes de acción sucesivamente aprobados para enfrentar el amenazante y peligroso cambio climático, cuyas consecuencias padece ya el mundo, pero que exigen cuantiosas inversiones y planes estatales previsores y ejecutores de un control sistemático y riguroso, a costa del bolsillo de los que más han acumulado.

No es necesario ser un especialista para apreciar que ante los propósitos aparentemente nobles de ambos encuentros se alzan como obstáculos muy difícil de salvar el actual sistema capitalista neoliberal su pretendida hegemonía mundial, el afán desenfrenado de ganancias, la desigualdad y la injusticia social prevalecientes.

En medio de tanto desequilibrio, injusticia y desigualdad en todo sentido –bajo las intenciones imperiales del gobierno de Estados Unidos y la armazón depredadora que acompaña a sus ínfulas de “potencia mundial”– se comprenden que sean muchas las sombras y las dudas que surgen por doquier ante los posibles frutos de Roma y Glasgow.

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