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Revueltas importadas…

4 de enero de 2018

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Lo que ocurre hoy mismo en la República Islámica de Irán donde se han producido grandes revueltas con un saldo preliminar de unos 20 muertos, es parte del plan norteamericano en su afán por destruir a la Revolución Islámica y sus comprobados avances.

La estrategia que hoy lleva adelante la administración Trump –principalmente a través de los reiterados twiter que contamina las redes sociales del mundo– es la continuación de planes concebidos por gobiernos anteriores con la pretensión de reconfigurar el Oriente Medio para hacerse del poder de las grandes riquezas, principalmente de petróleo y gas existentes en esos territorios.

Ha sido y es Irán el objetivo final que se ha propuesto Washington, por el cual había primero que apoderarse de Siria –intento en el que todavía persisten a pesar del fracaso–.

El “Gran Medio Oriente”, maquinado por estrategas de Estados Unidos iría un poco más allá en cuanto a los planes, ya que, de desestabilizar a la gran república islámica, expandiría sus tentáculos a una zona más cercana a sus dos grandes rivales y objetivos mayores: Rusia y China.

Los planes contra Irán ya acumulan 36 años de fracasos y han pasado por graves etapas de confrontación. No olvidar nunca que el tema nuclear iraní, siempre ha sido la bandera de Washington para amenazar, sancionar y hasta financiar agresiones contra la nación persa.

No hace muchos años que la administración estadounidense de turno dio un ultimátum a las autoridades de Teherán que incluía la revisión de los buques de esa nación a su paso por mares internacionales, el decomiso de mercancías provenientes de ese país y otras muchas y absurdas amenazas que terminaron por aislar aún más la posición norteamericana con respecto al mundo.

Entre los fracasos más recientes sufridos por los estrategas del Pentágono está su guerra contra Iraq, país al que destruyó y masacró y del que tuvo que retirar sus tropas –no así sus asesores y contratistas– en el 2011. Tampoco en Afganistán han logrado triunfo alguno, todo lo contrario, están entrampados en la que es considerada como la más larga guerra emprendida por Estados Unidos. Han desestabilizado el país, se cuentan por miles los muertos, incluyendo soldados estadounidenses, y no han podido derrotar a los talibanes y otros grupos terroristas que operan en la región.

Tras el abundante dinero saudita que facilitó la venta a ese reino de súper millonarias cifras empleadas en sofisticadas armas salidas del Complejo Militar Industrial, Washington se ha involucrado en los bombardeos contra la empobrecida Yemen, en una acción que tiene en hambruna a varios millones de sus habitantes, principalmente niños.

Las actuales protestas en la República Islámica de Irán tienen como extraña coincidencia los días finales de año, la derrota casi total de los extremistas apoyados por Washington en Siria y la decisión iraní de cumplir con lo pactado en el Acuerdo Nuclear rubricado con el Grupo 5 más uno, que abarca a Estados Unidos, y que ahora el presidente Donald Trump quiere echar abajo.

Cuando la comunidad internacional toda, incluyendo la estadounidense, saben que el desarrollo nuclear iraní es con fines pacíficos y así lo suscribe el monitoreo constante de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Trump se ha propuesto volver a las sanciones contra la nación persa.

Constituyen esas crueles sanciones el motivo principal de las dificultades económica que ha vivido y todavía vive Irán, y por las que se producen manifestaciones en reclamo de mejoras de empleo y otras.

Sabe Trump que ese eslabón toca directamente la sensibilidad de la población iraní, y estimula con diatribas al estilo de la Guerra Fría, para que el pueblo se lance a las calles y eche abajo una genuina Revolución que ha traído bienestar y desarrollo para la gran mayoría de su pueblo.

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