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Resucitando los demonios

13 de junio de 2021

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Cuando usted está leyendo estas líneas, es muy posible que se haya efectuado la primera entrevista entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo estadounidense, Joe Biden, en un momento en que las relaciones entre sus respectivas naciones se hallan en un punto tan bajo que no hace difícil predecir el regreso a la época de la Guerra Fría.

Cuando periodistas norteamericanos le preguntaron a Putin que le parecía que Biden lo haya llamado asesino, el mandatario ruso respondió serenamente que eso le tenía sin cuidado, no es la primera vez que le tildan así, su colega es un político que se ciñe a lo tratado por el establishment que lo gobierna y, en ese sentido, el anterior presidente, Donald Trump, siempre se mostró con más talento, a pesar de decisiones controvertidas y el aumento de sanciones a quienes no les agrada EE.UU., situación que aún no sólo continúa, sino que empeora.

Lo cierto es que las relaciones entre ambas naciones nucleares están en su nivel más bajo, con Estados Unidos todo el tiempo de evitar una entrevista alto nivel hasta ahora, lo cual ha empeorado la situación y exacerbado los ánimos con un Washington dictando sanciones a diestra y siniestra ante cualquier cuestión que le moleste de Rusia.

No hace mucho, EE.UU. dictó medidas coercitivas contra barcos y empresas rusas que participan en la construcción de Nord-Stream 2, que llevaría gas a naciones europeas aladas a Washington, por lo cual éstas protestaron ante la acción punitiva contra una obra que les beneficia, porque afloja los lazos económicos entre Washington y el grupo de países que siguen generalmente su dictado en la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Las medidas de Trump contra la estabilidad nuclear han sido seguidas por Biden, destacando la irresponsabilidad norteamericana en el control de armas y la estabilidad estratégica.

Así, Estados Unidos cuestionó el Tratado sobre Misiles Antibalísticos, dejó de participar en el acuerdo nuclear iraní, salió del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF) y decidió retirarse del Tratado de Cielos Abiertos.

Existen contactos flojos a nivel de expertos, pero no se llega a comprender la responsabilidad de ambas naciones en la preservación de algunos documentos existentes, en primer lugar, el START-3, que es el único acuerdo que puede proporcionar control sobre armamentos a nivel mundial, cuando Moscú y Washington son los propietarios de los arsenales nucleares más grandes.

En cuanto al capítulo de las continuadas y aumentadas sanciones norteamericanas a Rusia, Moscú ha subrayado que EE.UU. ha tenido tiempo para analizar y minimizar las amenazas y riesgos que conllevan, y catalogó esos pasos de “poco amistosos, impredecibles y, por así decirlo, dañinos para las relaciones bilaterales, que por sí solas se encuentran en un estado deplorable”.

Para el Kremlin, según Sputnik, la Casa Blanca recurre a esas medidas como parte de una política de competencia desleal, ante todo en el mercado internacional de armamento.

“Tomaremos las medidas que mejor correspondan a los intereses de Rusia, ya que EE.UU. recurre de manera muy frecuente a ese tipo de medidas”, destacó un portavoz del Kremlin, quien indicó que, en el caso de las iniciativas de Washington contra Moscú, no se trata precisamente de sanciones, pues las sanciones resultan legales desde el punto de vista del Derecho Internacional. “Son restricciones unilaterales”, precisó, agregando que “no tiene carácter legal”.

“Ellos recurren con tanta frecuencia a esa práctica, que nos quedaríamos sin aliento si pretendiéramos reaccionar a cada acción poco amistosa, pero no cabe ninguna duda que seguimos y seguiremos basándonos en el principio de reciprocidad”, advirtió.

“No despierten a un oso dormido”, expresó la prensa rusa ante las amenazas estadounidenses, que no hacen más que resucitar a los demonios de la Guerra Fría.

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