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Remar contra corriente

13 de agosto de 2021

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Estados Unidos se está yendo de Afganistán y lo mismo hará en Iraq –dos lugares en que ha sido derrotado–, aunque aumentará sus bases militares en Jordania y Kuwait, y seguirá amenazante en otras partes del mundo, con una política hipócrita de Biden al calificarla de defensiva en aras de la seguridad nacional norteamericana.

En este contexto, ha trasladado una enorme fuerza ofensiva hasta las inmediaciones por aire y mar de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) para efectuar desembarcos y otras acciones ofensivas que, subrayó, denomina defensivas, junto a las fuerzas militares surcoreanas, todas las cuales están bajo su control.

Por supuesto, Pyongyang ha subrayado el carácter provocativo de estas maniobras, lo cual ha puesto en peligro el acercamiento que se estaba efectuando con la meridional República de Corea,

Realmente, Estados Unidos, bajo cualquier gobernanza, mantiene en vilo la hostilidad contra la RPDC, y la lleva a su punto máximo cada vez que ambas partes de Corea manifiestan su disposición a conversar.

Se sabe que el actual presidente surcoreano, Moon Ja-in, ha intentado acercarse al Norte desde que tomó las riendas del poder, e incluso contando con el apoyo de una gran parte de una población, que vive en ascuas por el peligro de una conflagración termonuclear.

Y es que, aunque se achaca el peligro de una guerra por la posesión de la RPDC del arma atómica, lo cierto es que ello ha evitado hasta ahora una agresión directa norteamericana, y los medios occidentales no mencionan que ese instrumento de destrucción está presente en las bases norteamericanas en el Sur, los navíos estadounidenses que se mueven cerca de las costas norcoreanas y los enclaves militares de Estados Unidos en Japón.

Ello ocurre, como siempre, cuando los líderes de las dos Coreas acuerdan la confianza y desarrollar sus relaciones lo antes posible.

 

INTERÉS COMPARTIDO

Corea del Norte y del Sur son dos repúblicas vecinas de una misma nación, pero políticamente enemistadas por la ocupación norteamericana de hace más de seis décadas, por lo cual, aunque repetido, siempre es una noticia halagadora que se restablezcan los canales de comunicación suspendidos y sus respectivos dirigentes acuerden mejorar los lazos.

El anuncio había sido hecho en Seúl, y confirmado de inmediato por los medios estatales de Pyongyang. El presidente Moon Jae-in y el líder norcoreano Kim Jong-un llegaron al acuerdo durante varios intercambios de cartas desde abril pasado.

La comunicación entre ambas naciones había sido cortada unilateralmente por Pyonyang hace 13 meses, en protesta por el envío de propaganda contraria al régimen por provocadores desde el Sur, acotó el medio alemán Deutsche Welle.

Ambos vecinos, que técnicamente aún se mantienen en guerra desde los años ‘50, decidieron reiniciar los intercambios a través de línea telefónica.

Por su parte, la agencia estatal de noticias Korean Cable News Agency (KCNA), de Pyongyang, informó también del restablecimiento de las comunicaciones y del intercambio epistolar entre los líderes de ambas Coreas, diciendo que “actualmente, toda la nación coreana desea ver la relación Norte-Sur recuperarse de los retrocesos y el estancamiento”, y que el reinicio de los intercambios “tendrá efectos positivos en la mejora y el desarrollo de las relaciones Norte-Sur”.

Pero los generales surcoreanos se deben al mandato de los ocupantes norteamericanos, por lo cual tienen que acceder a mantener los ejercicios militares conjuntos, cada vez más agresivos.

Cierto que Donald Trump, en un acto efectista, llegó a conversar con el máximo dirigente norcoreano, Kim Jong-un, en Vietnam, pero todo lo acordado se lo llevó el viento, con la imposición por EE.UU. de más y más sanciones y tratar al Norte como un Estado terrorista en los momentos en que el diálogo entre Pyongyang y Seúl realizaban importantes avances,

O sea que, desde Seúl, el gobierno da señales de buscar un acercamiento pacífico, pero desde Washington hacen todo lo contrario.

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