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Relaciones en ascuas

16 de septiembre de 2019

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Las degradantes relaciones nipo-sudcoreanas se agravaron aún más en las últimas horas, cuando buques de guerra de Seúl cortaron el paso a similares japoneses en las cercanías de islotes en el llamado Mar del Sur de China disputados entre ambas naciones.

Ello se suma a una guerra comercial de meses recientes, que tiene raíces en cuestiones históricas no resueltas políticamente. La espiral de medidas adoptadas presenta una dinámica de ojo por ojo, diente por diente que no deja de escalar, amenazando con reavivar sentimientos nacionalistas y paralizar la industria tecnológica surcoreana, pese a un llamado del goblerno de Trump para evitar una peligrosa escalada entre sus dos aliados, en cuyos territorios tiene importantes bases militares con armas nucleares y más de 75 000 efectivos.

La guerra comercial se desató en julio, después de que Tokio impusiera restricciones a la exportación de tres compuestos químicos clave para la producción de semiconductores y pantallas electrónicas.

Japón ha estado negando a Corea del Sur la oportunidad de celebrar una reunión para debatir la restricción nipona, reveló en rueda de prensa la titular de Comercio surcoreano, Yoo Myung-hee.

Sin embargo, el trasfondo de lo que parecería una mera disputa comercial reside en agravios históricos que datan de la ocupación nipona en la península coreana durante la primera mitad del siglo XX. Japón ha escudado su decisión de restringir la venta de estos bienes estratégicos en el débil control que su vecino realiza sobre sus exportaciones.

Según Tokio, estos químicos están siendo desviados para usos militares y que puedan acabar en países bajo sanciones internacionales como la República Popular Democrática de Corea, con la cual el actual gobierno  seulita de Moon Jae-in ha mejorado sus relaciones.

Se trata, a pesar del discurso oficial de Tokio, de una represalia contra Corea del Sur por volver a sacar a la luz la cuestión de las mujeres de consuelo. Este término es el nombre eufemístico con el que se conoce a las mujeres forzadas a convertirse en esclavas sexuales para el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial.

 

Desencadenante

El desencadenante fue un fallo del Tribunal Supremo surcoreano de finales del 2018 que obligaba a las empresas japonesas con presencia en el país a pagar compensaciones a ciudadanos coreanos (o a sus herederos) esclavizados por las mismas compañías durante la Segunda Guerra Mundial. Pero Japón afirmó que ya había donado 300 millones de dólares a Corea del Sur a raíz de un tratado de 1965 que la dictadura militar de Park Chung-hee malversó.

En un encuentro en Bangkok hace unos días, los mandatarios de ambos países (Shinzo Abe por Japón y Moon Jae-in por Corea del Sur) trataron de resolver sus diferencias. La reunión finalizó sin éxito, y los nipones decidieron pasar a la acción.

Tras estas decisiones, las regulaciones comerciales entre ambos países serán mucho más estrictas. Los procesos de solicitud de permisos para las exportaciones se alargarán, lo que puede derivar en una situación delicada de alcance global: por ejemplo, en chips de memoria. Tokio produce el 90% de los materiales químicos que se utilizan para producirlos, mientras que Seúl produce el 60% de los chips de memoria del mundo.

Así, en un intento por reducir su dependencia de Japón, Corea del Sur anunció inversiones de 7,8 billones de wones (5 800 millones de euros) en investigación y desarrollo de materiales, piezas y equipos locales durante siete años.

Japón, por su parte, no ha realizado ningún comentario al respecto. En la televisión nipona se ha dicho que se ofrecerá una respuesta cuando la decisión de Corea del Sur se haya analizado más profundamente. Aun así, han descartado un impacto inmediato.

Pero sí ha comparecido ante los medios el presidente surcoreano, Moon Jae-in, quien, pese a la escalada de las tensiones diplomáticas y comerciales, ha querido quitar tensión al asunto y ha hecho un llamado a no reaccionar emocionalmente y a mantener lazos constructivos con el pueblo japonés.

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