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Recogiendo pita

30 de julio de 2014

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Tal como papelote que se ve obligado a descender, so pena de caer destrozado por el ridículo, quedó el más reciente complot contra Venezuela, esta vez mediante la provocación de no respetar la inmunidad diplomática de su cónsul en Aruba, el Mayor General Hugo Carvajal,  para acceder a la extradición presentada por Estados Unidos por el presunto delito de narcotráfico.

Holanda, que mantiene el dominio sobre Aruba, accedió en primera instancia a la petición de un juez norteamericano, tan desprestigiado como el que ahora actúa en contra de Argentina y a favor de los llamados fondos buitre.

La firme postura del gobierno de Nicolás Maduro, apegado a las leyes internacionales, hizo que Ámsterdam recapacitara y comprobara lo endeble de una posición ya de por sí ilegal, que sentaría un precedente peligroso para todos,

El resto muchos lo conocemos, aunque hay que destacar que en esa pantomima desempeñó un papel importante la mafia venezolana – fiel aliada de la gusaneril de origen cubano-, que buscaba llevar al cónsul  Carvajal a Estados Unidos, para juzgarlo, según las “leyes miamenses”.

Así, pretendían vengarse de los resultados de su labor de inteligencia, que dio al traste con planes golpistas contra el gobierno venezolano y, probablemente, la conspiración para asesinar a Maduro, entre otras ruindades.

PERO POSADA SIGUE LIBRE

Y ya que escribimos sobre extradiciones, habría que preguntarse el porqué Estados Unidos sigue protegiendo al connotado asesino y terrorista de origen cubano Luis Posada Carriles, quien ha sido solicitado por el gobierno de Venezuela por la voladura del avión civil cubano en 1976 y su huida de una cárcel venezolana, luego de ser condenado por otros comprobados delitos.

Veintidós años después, Posada dijo a los reporteros Ann Bardach y Larry Rohter, de The New York Times, que el había orquestado una serie de bombas en hoteles en Cuba para desalentar el turismo, con el resultado de la muerte del italiano Bruno di Celmo.

Los cómplices de Posada indicaron que este era el autor intelectual de esos hechos, y un tribunal de Nueva Jersey reunió en el 2010 evidencias que mostraban su culpabilidad.

Sin embargo, en vez de acusarlo de terrorismo y conspiración para cometer asesinato, el Departamento de Justicia inventó una nimiedad legal y creó pretextos para dilatar un proceso que nunca se efectuó en realidad, y hoy el confeso criminal y terrorista se pasea libremente por las calles de Miami, donde ha sido exaltado a condición de héroe por la gusanera de la ciudad.

Son hechos conocidos, pero siempre es bueno repetirlo, cuando se habla de casos de petición de extradiciones, como aquella que Estados Unidos utilizó hace varios años para intimidar al gobierno de Jamaica.

Se trataba del arresto de Christopher Coke, para someterlo a juicio en Nueva York por tráfico de drogas y armas. Washington dijo al entonces premier Bruce Holding que “extradítelo o aténgase a las consecuencias”.

La acción policial de captura causó más de 70 muertos en un barrio de Kingston, la capital, mientras Washington ignoraba el hecho de que millones de ciudadanos de EE.UU. consumen drogas importadas de Jamaica, y los bancos norteamericanos lavan el dinero resultante de ello. Es la doble moral que resulta, cuando predomina el Poderoso Caballero Don Dinero.

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