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Reciclando amenazas

4 de febrero de 2019

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En momentos como los actuales es muy válido recordar a personajes de la política y el intervencionismo estadounidense en América Latina y constatar cómo se originaron frases amenazadoras que hoy se reciclan, venidas esta vez de la administración Trump.
En época tan lejana como 1823, el gobierno de entonces en Estados Unidos adoptó la Doctrina Monroe, dirigida a «justificar» una política de conquista para doblegar a los países de la región.
Comenzó por la anexión de la mitad del territorio de México: Texas, Nuevo México, Arizona, California, Colorado, Nevada y Utah.
Si una frase puede definir aquellos años de Diplomacia de las Cañoneras, es la expresada posteriormente por el general norteamericano, Smedley Butler, participante en la mayoría de las agresiones a países.
«Nos ha ido bastante bien con Luisiana, Florida, Texas, Hawai y California y el Tío Sam puede tragarse a México y Centroamérica, con Cuba e islas de las Indias Occidentales como postres y sin intoxicarse», dijo el ilustre personaje, uno de los más condecorados militares de los Estados Unidos.
La única diferencia con la política de hoy es que en la Casa Blanca no está instalado un militar, sino un magnate multimillonario capaz hasta de reciclar la diplomacia de las cañoneras que le recomiendan los halcones que a su alrededor impulsan intervenciones militares en Venezuela y amenazas a otros países.
En realidad la Diplomacia de las Cañoneras había surgido en el siglo XIX y una parte del siglo XX, cuando el Reino Unido respaldó a los tenedores de bonos británicos, apoyándolos diplomáticamente e incluso bombardeando algunos puertos y ciudades de naciones de América Latina que no amortizaban la deuda.
La idea prendió en Washington y en 1901 el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, inició una época de relaciones diplomáticas e internacionales que se conoció como la Política del Gran Garrote, The Big Stick.
La historia de la guerra hispano- cubano- americana , a finales del Siglo XIX, con la intención de apoderarse de Cuba y Puerto Rico, así como de Filipinas, vinculan la política imperial con la intervención militar en Cuba a principios de siglo y la imposición de la Enmienda Platt y la apropiación de la Base de Guantánamo. Le siguió la intervención militar en Haití, país que ocupó desde 1915 hasta 1934; República Dominicana de 1916 a 1924. Otro tanto ocurrió con Nicaragua a partir de 1912 y hasta 1924.
Estos son solo algunos botones de muestra de lo que ha sido la política estadounidense en distintas épocas, en variados escenarios y con motes de cañoneras, garrotes, dólar o con los nombres modernos de guerras blandas y otros.
El objetivo siempre ha sido el mismo, doblegar a nuestras naciones y así convertirlas en el patio trasero del imperio.
No conforme con lo que podían hacer a través de las amas, junto a la política del Gran Garrote y la Diplomacia de las Cañoneras el presidente William Howard Taft, 1909-1913, impulsó la Diplomacia del Dólar, más «pacífica» pero apoyada por la fuerza.
Nada más parecido a la agenda de vida de los Estados Unidos del Siglo XXI, cuando la política de sanciones económicas y comerciales, unida a chantajes a gobiernos con el dólar como escudo protector, ha sido y son los precedentes más inmediatos a las intervenciones militares.
Ojo con lo que genera la actual administración Trump y las recomendaciones de los halcones que están a su lado: Venezuela, con cualquiera de esas variantes intervencionistas y con nombres reciclados, puede ser la víctima inmediata, y los pueblos tenemos el deber de impedirlo.

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