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¿Quién responde a la pregunta de Obama?

17 de julio de 2013

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Vuelve el tema de las armas y del uso de estas para matar a personas inocentes, a las primeras páginas de los diarios y emisiones televisivas en Estados Unidos.
El contradictorio hecho de que la “justicia” norteamericana absolviera a George Zimmerman, quien asesinó a balazos a un adolescente negro llamado Travyon Martin que, en el momento de su muerte, solamente regresaba a casa después de haberse comprado un refresco en Florida y unos dulces en una tienda la noche del 26 de febrero de 2012.
La víspera grandes manifestaciones en Los Ángeles y Nueva York mostraron a una sociedad dividida ante un tema sensible al que no se le da respuesta y que, incluso, el presidente Barack Obama, quiso tranquilizar  a los indignados manifestantes apelando a la calma.
El propio mandatario, más que responder, cuestionó con aquello de que “deberíamos preguntarnos si estamos haciendo todo lo posible por parar la corriente de violencia con armas de fuego que tantas vidas se lleva a diario. Deberíamos preguntarnos, como individuos y como sociedad, qué podemos hacer para evitar tragedias como estas”.
La interrogante de Obama la ha dejado caer sobre toda la sociedad, como si las instituciones del país, principalmente la Presidencia y el Congreso no fuesen los encargados de dictar leyes y adoptar otras medidas que al menos calmen la espiral de violencia en esa nación.
A tal grado ha llegado el nivel de discriminación racial y social en Estados Unidos, que no pocos consideran que Zimmerman abrió  fuego sobre Martin porque el hecho de que fuera negro le llevó a pensar que tenía más posibilidades de ser un criminal.
De igual forma este  caso abre la caja de Pandora que tanto se empeñan en cerrar los republicanos y la ultraderecha de ese país, sobre la venta y tenencia libre de armas.
No se hace nada por resolver un grave problema que cada año provoca la muerte de cientos de personas, niños, mujeres y ancianos, lo mismo en un cine que en una escuela o en una vía pública o centro comercial.
Detrás de la comercialización de armas están los emporios de un negocio de los más lucrativos en esa sociedad enferma.
La realidad es que, bajo el paraguas de la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo, a partir de los atentados a las Torres Gemelas, Estados Unidos se ha vuelto un país inseguro.
No lo es tanto por lo que puedan hacerle desde el exterior —un fantasma creado por las distintas administraciones para adormecer al pueblo con la necesidad de hacer guerras fuera del país y armar a la población sin recato alguno como exige la Asociación Nacional del Rifle—, sino por el descontrol total sobre quienes compran y usan todo tipo de artículos bélicos.
En tal sentido, en la última década ya son 21 los estados que han adoptado sus propias leyes encaminadas a garantizar el derecho a portar armas.
De acuerdo con estadísticas del FBI, la cantidad de los llamados “asesinatos justificables” realizados por la policía han aumentado de 196 en el año 2005 a 278 un quinquenio después.
La pregunta sería si en la categoría de estos “asesinatos justificables” está el caso del joven negro Trayvon Martin, pues su asesino fue absuelto.

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