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¿Qué queda de Afganistán?

25 de abril de 2016

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Un ataque talibán esta semana en el mismo centro de Kabul, la capital afgana, además de segar decenas de vidas, evidenció cuál ha sido, hasta hoy, el resultado de una invasión y ocupación foránea que por más de una década, no presenta signo alguno de victorias.
En ese letal período no solo muertos y heridos han provocado, tanto los terroristas internos como los no menos terroristas pagados por Estados Unidos y la OTAN.
Si recordamos que se trata de uno de los países más pobres y menos desarrollados del mundo, podemos concluir que con la guerra todos los indicadores de desarrollo humano, en primer lugar de salud, educación y trabajo, han quedado tronchados o han retrocedido en décadas.
Un resultado vergonzoso para quienes llevaron hasta allí la invasión y aún mantienen vivas las llamas de la guerra. La inestabilidad interna es hoy superior en tierra afgana. La economía se ha derrumbado aún más y solo ha crecido el mercado de la amapola y otras drogas que se exportan hacia Europa y Estados Unidos.
Es triste, pero real, que haya cientos de escuelas cerradas por falta de seguridad o que un 65% de ellas funcionen a cielo abierto, exponiendo a los alumnos a todo tipo de inclemencia climática.
Un reciente informe de The Killid Group, advierte que Ir a la escuela es una actividad llena de peligros en provincias como Takhar, Sar-e Pol, Bahlan, Parwan, Nangarhar, Kunduz, Helman y Badakhshan. Los colegios han sido atacados y sus edificios dinamitados por los talibanes y otros grupos armados.
Casi diez millones de escolares –un poco menos de la mitad de las niñas- están afectados. Mientras la investigación de Killid señala que hay alrededor de 780 planteles cerrados en 34 provincias, el Ministerio de Educación afirma que es la tercera parte de esa cifra.
Por ejemplo, alrededor de 150 colegios llevan diez años clausurados en la provincia de Zabul, donde el 60% de los niños carecen de centros de enseñanza.
En Kandahar la cifra de instituciones cerradas debido al conflicto que asola a la provincia es de 140, muchos de ellos sin actividad desde hace trece años, es decir, desde el inicio de la invasión norteamericana.
El Ministerio de Educación dice que no tiene estadísticas del número de escuelas voladas o incendiadas. Sin embargo, Kabir Haqmal, director del departamento de publicaciones del Ministerio dice que alrededor de 100 instituciones educacionales resultaron parcialmente destruidos solo en 2014.
La citada investigación llevada a cabo por Killid revela que 22 centros de enseñanza fueron arrasados hasta los cimientos (12 en Logar, 4 en Parwan, 2 en Ghazni y uno en Farah, Faryab, Ghor y Kunar).
Hay miles de escuelas funcionando bajo tiendas de campaña y al aire libre, incluido en Kabul. 81 de los 273 colegios de la capital afgana funcionan en locales improvisados. La situación es igualmente sombría en las provincias. La mitad de los colegios de Kunduz no cuentan con edificios. Sólo los escolares de 97 de las 388 escuelas de Sar-e Pol cuentan con un techo sobre sus cabezas.
Estos son algunos de los ejemplos de lo que ha dejado la guerra en Afganistán. Pero podrían ponerse otros muchos, reveladores de cuánto se han deprimido los indicadores de salud, y otros, apartados de la agenda de prioridad de las autoridades de Washington y la OTAN.

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