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Que alguien responda…

9 de agosto de 2017

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…si es la República Popular Democrática de Corea (RPDC) la que provoca a Estados Unidos o viceversa.
Desde la era de Bush, pasando por Obama y ahora con el rubicolorado de Trump Estados Unidos ha hecho todos los esfuerzos para torpedear las conversaciones pacíficas intercoreanas, con vistas a la colaboración y posible reunificación, intensificado las actividades de espionaje y sucesivas y masivas demostraciones de fuerza frente a las costas norcoreanas y la proximidades de la Línea de Demarcación Militar.
Esto ha sido todo el tiempo, no ahora con el pretexto de que la RPDC se decidió a emplear la disuasión nuclear para contener una posible agresión, en la que han primado cinco pruebas atómicas y lanzamiento de misiles de todo tipo, uno de los cuales, el más reciente, realizó con éxito dos demostrativas de que podían llegar al territorio continental norteamericano.
Cierto que cada vez se cierra el cerco contra la república asiática, al que ha contribuido un rosario de sanciones dictadas por el Consejo de Seguridad, las últimas de las cuales tiene el objetivo de cercenarles un tercio de sus exportaciones, con un valor de más de mil millones de dólares, y que, incluso, recibieron el visto bueno de dos naciones amigas, China y Rusia, cuestión que Pyongyang ha recibido con cautela y sin exasperación.
El pretexto es impedir la continuación del programa nuclear, con el fin de evitar la proliferación atómica, lo cual es válido realmente para los países que tratan de defenderse del imperialismo, pero no para los aliados de este, como Israel, que tiene más de 900 ojivas nucleares, pero nadie le dice nada.
Todo gira bajo la lupa de Estados Unidos de incumplimiento. Recordemos que la decisión de la RPDC de llevar a cabo un programa nuclear genero el revuelo imperialista, y llevo a un acuerdo en 1994, que fue violado repetidamente por Estados Unidos, al asumir la administración de George W. Bush el poder. Fueron incumplidos el suministro de petróleo y la construcción de dos plantas nucleares de agua ligera, a fin de sustituir la norcoreana de plutonio, de la cual se podía obtener el arma nuclear. Ello, añadido a inundaciones y sequías consecutivas sin precedentes, agravó el modo de vida de la población, que también había tenido que afrontar la desaparición de la Unión Soviética.
En tales circunstancias, la dirección coreana realizó su primera prueba atómica, corriendo los riesgos que ello implica, pero obligando al mismo tiempo a una reflexión global en la que los intereses de Estados Unidos no eran los únicos. Esto hizo posible en ese momento que se avanzara hacia la distensión, en la que las conversaciones hexapartitas en Beijing (EE.UU. RPDC, Sudcorea, Japón, Rusia y China) jugaron un importante papel.
El fracaso lo podemos hallar en los repetidos incumplimientos de Estados Unidos, que causó la decisión norcoreana de reanudar su programa nuclear, para el que cuenta con avezados científicos, quienes pretenden objetivos de paz, como el de un plan para lanzar naves al cosmos y llegar a la Luna.
En el diferendo entre ambas naciones, China y Rusia, aunque votaron en este momento por el cese de las pruebas nucleares y misilísticas norcoreanas, han llamado al diálogo y a la paciencia, para evitar males mayores que afectaría por lo menos a toda la península coreana, Japón y zonas aledañas, con el peligro de una propagación mayor e irreversible.
En este contexto se hallan la demanda de Beijing y Moscú de que Estados Unidos no utilice el pretexto de sus problemas con la RPDC para situar y hacer operativo el sistema de Defensa Terminal de Área a Gran Altitud (THAAD, por sus siglas en inglés) en territorio surcoreano, donde desde hace años hay armas nucleares, como en las bases militares norteamericanas en Japón.
Pero quieren hacer pagar a la RPDC por todos estos problemas en los que no se disimula el pánico de Trump ante la decidida actitud de un enemigo pequeño, pero tenaz, acostumbrado a no retroceder ante el peligro, las amenazas y la agresión.

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