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Puertas abiertas al veneno transgénico

22 de octubre de 2014

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Quizás muchos recuerden aquella Revolución Verde proclamada y puesta en práctica por el asesinado dirigente libio Muammar el Ghadaffi para hacer fructíferas zonas en las extensiones desérticas de su país, basándose primordialmente en sus importantes entradas petroleras, todo lo cual desapareció con las embestidas locales amamantadas por el Imperio y sus secuaces europeos, que llevó al país al caos y la anarquía.
Pero, precisamente, por esa época surgió otra “revolución verde” pero que no tiene nada que ver con la ayuda a la hambreada población ni al desarrollo sano de la agricultura, porque fue ejecutada por la multimillonaria familia de los Rockefeller, al lograr una agricultura en gran escala de grandes monocultivos, en los que se emplean fertilizantes, herbicidas y pesticidas basados en el petróleo.
Es decir, esta “revolución verde” fue una idea del Departamento de Ciencias Naturales de la Fundación Rockefeller junto con importantes empresas agrícolas como Cargill, Dupont, Bunge, Continental y Monsanto, que trajo grandes riquezas para sus productores, pero nunca cumplió con el objetivo de acabar con el hambre.
Lo lamentable de todo esto es que muchos han sido engañados, incluso gobiernos acuciados con los problemas de la población, porque elementos químicos hacen que las pequeñas plantaciones desaparezcan, la biodiversidad esté seriamente amenazada con los monocultivos y los tóxicos contaminaron el ecosistema, colocando en peligro de muerte la vida en el planeta.
No es nada nuevo, por supuesto, y mucho se ha denunciado a las transnacionales asesinas, pero la influencia, el soborno, el engaño diseminado por una propaganda inteligente y convencedora, hace que el grave peligro subsista.
Las leyes expedidas para favorecer los grandes monopolios de las multinacionales hacen caso omiso de las numerosas investigaciones científicas que demuestran la nocividad que representa para la salud humana y del planeta estos alimentos transgénicos, cuyas semillas han sido bautizadas de asesinas en Colombia.
La revista Discovery Salud ya había alertado al efecto, al señalar que “los alimentos transgénicos causan cada vez más alergias y enfermedades, y la razón es simple: son organismos genéticamente modificados de forma artificial cuyas moléculas no reconoce nuestro cuerpo y rechaza por considerarlas extrañas”.
Las semillas y los alimentos transgénicos traen muchos riesgos para la salud y el medio ambiente. Un estudio de expertos del Departamento de Ingeniería Genética de la Universidad de Caen, Francia, demuestra que “las ratas de laboratorio alimentadas con el maíz MON 863 de Monsanto mostraban signos de toxicidad en riñón e hígado”.
Medios de información occidentales han tratado de desvirtuar los efectos dañinos de ese tipo de alimentos, de la peligrosidad de la imposición de la agricultura industrial química para presuntamente mejorar la cadena alimenticia.
Cuando hablamos de corporaciones dedicadas a esta cuestión, viene siempre a la mente la más propagandizada Monsanto. famosa por la creación de los defoliantes que se utilizaron en la agresión a Vietnam y que cuenta con donaciones de Bill y Melinda Gates, pero también descuellan otras como Dupont, BASF, Syngenta, Bayer Dow y sus socios Mendel Biotechnology y Evogene.
Precisamente, parta tratar el tema de la paz en Colombia, se tiene presente el problema de la tierra y como se trata a esta, por lo que hay que citar el artículo “¿Semillas delincuentes?”, de Ana Milena López, ingeniera agrónoma de la Universidad Nacional de Colombia, quien denuncia la persecución en el país a los campesinos que guardan la semilla de costal o semilla orgánica, natural.
Para ello, dice la ingeniera, “el ICA (Instituto Colombiano Agropecuario) ha cumplido su función de expedir y aplicar la Resolución 970 de marzo de 2010, que legisla sobre requisitos para producción, acondicionamiento, importación, exportación, almacenamiento, comercialización y uso de semillas en el país.
“Y es que el ICA expidió resoluciones sobre toda la actividad normativa: Organismos Vivos Modificados, Organismos Genéticamente Modificados, semillas transgénicas, permisos de importación, permisos para probarlas en diferentes regiones, permisos para multiplicarlas como semilla… ”.
Y es porque en el centro de estas resoluciones oprobiosas está la falaz argumentación de que la semilla de costal o semilla orgánica, según el ICA, “no garantiza la calidad y pone en riesgo la sanidad fitosanitaria del país”. Es decir, todo al revés, para beneficio de quienes dejan las puertas abiertas al veneno transgénico.

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