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Provocación fallida

11 de marzo de 2015

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No mucho después de la muerte del fiscal argentino Nissman y la continuada y demostrada maniobra montada al respecto para desprestigiar a la presidenta argentina, Cristina Fernández, ocurrió el asesinato en pleno Moscú del opositor Boris Nemtsov, al igual muy publicitado por los medios de prensa occidentales, con el fin de involucrar en el hecho al presidente ruso, Vladimir Putin.
Lo cierto que ni lo uno ni otro han logrado prevalecer y mucho menos desviar ni un ápice el rumbo de la política que ambos mandatarios llevan a cabo en sus respectivos países.
Eso si, hay plena coincidencia en que ni Nissman ni Nemtsov representaban vivos alguna utilidad para lo que fueron ensalzados. En el caso del fiscal argentino se habla de que al final había admitido en sus escritos la inutilidad de lo que se tejía contra la mandataria suramericana para relacionarla con Irán y mancharla en las investigaciones sobre el atentado a una entidad judía; y en el de Nemtsov, este ya no lograba vestir la percha de “crítico feroz del Kremlin”, ni ofrecer una oposición consecuente con Putin, ni ser tan conocido extrafrontera.
Este asesinato no logró las protestas populares que se esperaban y sí un sentido de respeto y contención por todas las partes.
Asimismo, sirvió para que Putin calificara ese hecho como de claro cariz político, y llamó a las fuerzas de seguridad a que mejoren su labor en el esclarecimiento de crímenes, tanto actuales como anteriores.
A Nemtzov lo habían señalado como un defensor del actual régimen neofascista ucraniano, pero lo más rotundo fue la afirmación de la agencia moscovita Sorcha Faal acerca de sus relaciones con las inteligencias inglesa y norteamericana.
Era un catedrático en física cuántica que trabajó para el KGB en los años 80 durante la época soviética, y ya como agente de contrainteligencia que fue entre 1991 y 1995 conspiró por cuenta de la ex primera ministra inglesa Margaret Thatcher y a las órdenes del general Kalugin en la transición al régimen entreguista que lideró Boris Yeltsin.
Es decir, según esta información, el supuesto “líder opositor” ha estado trabajando en realidad para los servicios secretos ingleses, y era candidato para ser futuro presidente de Rusia, al igual que en las “revoluciones de colores” por todos conocidas como movimientos al servicio de Occidente.
Lo más increíble es que el tal Nemtsov era parte activa de los más recientes avances en la tecnología cuántica, teniendo acceso a los dispositivos de la CIA, actuando en la transmisión de datos al enemigo de esta manera.
Nemtsov fue cuidadosamente asesinado cuando caminaba desde la Catedral de Basilio, acompañado de una modelo ucraniana de 23 años, quien poco después anunció su regreso a Kiev.
De una manera u otra, este incidente es uno más entre los intentos para manchar la reputación de Moscú y sus líderes, mediante una clara campaña de desinformación, cuyos autores intentan crear la imagen de Rusia como un país donde asesinan a políticos populares “con el consentimiento tácito o incluso el visto bueno de las autoridades”.
El objetivo es, según Prensa Latina,  imponer a los ciudadanos occidentales, “que ni siquiera conocen a Boris Nemtsov”, la percepción de Rusia como un monstruo político-criminal.
E independientemente de esta burla a la sociedad rusa, tanto a los dirigentes como a la oposición y los ciudadanos, la premedita acción no ha consolidado a los detractores extraparlamentarios y, a todas luces, fracasado en su objetivo provocador.

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