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Promesas milagreras

9 de mayo de 2013

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La pretensión de convertir a México en un milagro económico que sirva como punta de lanza ante el libre despegue y sin ataduras como lo está haciendo Brasil, quedó en el aire como la promesa “secreta” del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a  México, en su primera visita al sur de hemisferio en su segundo mandato. Allí abordó con el nuevo mandatario, Enrique Peña Nieto, cuestiones referentes a la emigración, los problemas energéticos y la cooperación en seguridad, entre otros temas.
Con un intercambio comercial de más de un millón de dólares por minuto y más de un millón de cruces normales diarios en la frontera, el diálogo también incluyó temas como logística, infraestructura, inversión, competitividad, etcétera.
Para EE.UU. es vital amarrar los lazos mexicanos al Tratado de Libre Comercio, donde ambas naciones participan con Canadá para abarcar el potencial de una cooperación que incrementa el Producto Interno Bruto del país de los aztecas, pero lo hace dependiente en rubros alimentarios que antes exportaba, y aumenta el número de millonarios locales y las ganancias de las empresas inversionistas extranjeras.
Funcionarios estadounidenses desmintieron que el nuevo gobierno mexicano esté limitando el acceso a información en materia de seguridad y lucha contra los cárteles, y aseguraron que se está trabajando en un nuevo modelo de cooperación para hacer de México una nación realmente próspera.
Ben Rhodes, asesor de seguridad nacional del presidente Obama,
manifestó que el gobierno mexicano “ha dejado muy en claro que tiene la intención de continuar la buena y constructiva colaboración con Estados Unidos” en este frente, y elogió el acuerdo de cooperación al respecto, así como otro que trata acerca de la emigración, el cual depende de las gestiones del Presidente estadounidense en un Congreso hasta ahora hostil en este tema.
A su vez, Peña Nieto ha asegurado que los términos de esta cooperación en suelo mexicano los determina su gobierno, y subrayó que México puede convertirse en una potencia económica, indicando que habrá un cambio positivo en este sentido, luego de la visita de Obama.
Al respecto, negó que se vaya a privatizar la industria petrolera, aunque sí se aceptarán inversiones para mejorarla, y subrayó que ello coadyuvará a convertir a la nación en una importante economía emergente, como las que integran el grupo BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica).
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Pero independientemente de los propósitos del Presidente de México, la tarea que emprende tiene grandes obstáculos, que solo pueden ser eliminados con un quehacer independiente.
En medio de la crisis financiera y la desaceleración económica en algunas regiones del mundo, es imprescindible la estabilidad económica y la salud financiera de sus instituciones, sin el flagelo de la corrupción.
Aunque no hable de privatización, el mandatario asume el riesgo de favorecer la entrada de capital externo en entes públicospara mejorar la competitividad, y alega que “la sana competencia va en beneficio de todos los mexicanos”.
Para ello, planteó la creación de un Plan Nacional de Desarrollo de Infraestructura, con el fin de elevar la competitividad y la productividad en el país, dotado de un marco legal que dé lugar a asociaciones público-privadas en distintas modalidades y mecanismos de asociación.
El Ejecutivo mexicano acaba de anunciar que la Secretaría de Gobernación centralizará los contactos con todas las agencias policiales estadounidenses que operan en el país, lo cual no limita las acciones de los agentes norteamericanos en México, a quienes desde hace mucho se les acusa de hacer lo que les viene en gana y no admiten injerencia local.
Sería muy extenso tratar en un solo comentario todo lo que tendría que hacerse para hacer verdaderamente próspero a México, que tiene que enfrentar una pobreza general de la mitad de su población y, fundamentalmente, el abandono de la niñez, lo cual debería causar vergüenza a quienes lo gobiernan política y económicamente.
Datos que revelan que millones de niños (18 millones ahora) están en la miseria han sido de sobra conocidos por los expresidentes Salinas, Zedillo, Fox y Calderón, y no sé si Enrique Peña Nieto podrá enfrentar el problema, lo cual requiere no seguir el dictado de los grandes negocios.
Tristeza e indignación ante el 70% de los niños con padres miserables, sin trabajo, separados, abandonados, que viven en la calle y tienen que trabajar para sobrevivir.
Atender a esto es más importante que impulsar una Banca Nacional de Desarrollo que sea promotora de la inversión y de mayor crédito para los mexicanos, bajo el pretexto de seguir trabajando en favor de un libre comercio que aliente la productividad y la competitividad, pero que no asegura un manejo honesto que evite la cada vez más amplia diferencia entre pobres y ricos.

 

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