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Problema trabado

24 de julio de 2017

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Independientemente de la respuesta norcoreana a la petición surcoreanade reanudar el diálogo militar y humanitario, suspendido desde hace tres años, analistas estadounidenses consideran que ello será muy difícil de conseguir mientras perdure la actitud del presidente norteamericano, Donald Trump, al que consideran el principal obstáculo para que ambas partes lleguen aunque sea a un principio de acuerdo.

Para Trump solo existe la única posición de que Pyongyang desmantele unilateralmente su programa nuclear, con bombas y miles de corto, mediano y largo alcance, estos últimos aún en la incertidumbre si pueden o no llegar a territorio continental norteamericano.

La flota de guerra estadounidense frente a las costas norcoreanas, las presiones para que las fuerzas armadas surcoreanas noabandonen ni un momento sus posiciones de ataque al Norte, y el reforzamiento de las bases que mantiene EE.UU. en el Sur, ahora con antimisiles que China considera un peligro para su territorio, complica de por sí una situación en la que la República Popular Democrática de Corea (RPDC) considera que es válida su desconfianza ante la propuesta del casi flamante presidente Moon Jae-in, sin dudas de arraigo popular y considerado en la izquierda del espectro político sureño.

Moon logró la mayoría de la votación presidencial adelantada para sustituir a la  mandataria, la conservadora Park Geun-hye, destituida por corrupción y abuso de poder, y que había elevado la tensión con la RPDC, plegándose a todas las exigencias de Washington, mucho antes de que Trump asumiera.

Un problema para Trump es que no solo China y Rusia no se pliegan a las sanciones que logró que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobara contra la RPDC, debido a su programa militar y de desarrollo nuclear, sino que, incluso, elementos en el Sur coreano y hasta en Japón no concuerdan totalmente con ellas, juzgándolas contraproducentes, además de que se ha comprobado históricamente que ello no funciona con Pyongyang.

Otro problema para Trump es que, al contrario de otros mandatarios surcoreanos, Moon, desde antes de su campaña electoral, había declarado que estaba dispuesto a hablar con los dirigentes norcoreanos y viajar a Moscú, Beijing, Washington y Tokio, si fuera necesario para lograr la paz en la península.

Grupos empresariales partidarios del diálogo ya habían logrado establecer nexos económicos en el Norte, mediante el amplio parque industrial en Kaesong, muy próximo a la Zona Desmilitarizada, donde llegaron a funcionar un centenar de pequeñas y medianas empresas manufactureras surcoreanas, que emplearon a miles de trabajadores norcoreanos. Moon no fue ajeno a ello, porque formaba parte del staff del entonces presidente Roh Moo-hyun. Pero el mismo Roh, presionado por Washington, abandonó la importante inversión, en protesta por una prueba nuclear norcoreana.

Antes de ganar la presidencia, Moon dijo que era partidario de reabrir la cooperación en Kaesong, cuestión que provocó el rechazo público de Trump, quien apuntó que era lo último que quisiera ver realizado.

En el documento político que contiene sus promesas electorales, titulado Una República de Corea fuerte y una Península Coreana en Paz, el candidato propone la reanudación de las conversaciones a seis bandas (que reunió entre 2003 y 2008 a las dos Coreas, Estados Unidos, China, Rusia y Japón), el aumento de la cooperación económica entre las dos Coreas y un plan para consolidar una política intercoreana mediante leyes ratificadas por el Parlamento del Sur y la Asamblea Popular Suprema del Norte.

El texto precisa que “aumentaremos la independencia de nuestro Ejército en la vigilancia, el reconocimiento y la adquisición de información. Fortaleceremos nuestras fuerzas para paralizar la artillería de largo alcance. (…) El control operativo en tiempo de guerra se transferirá a Corea del Sur en etapas iniciales. Seúl utilizará activamente los activos estratégicos de EEUU, pero asumiremos la responsabilidad de nuestra defensa”.

Es decir, tomar el control de su alianza militar. Moon no es contrario a los vínculos con Estados Unidos –consciente de la necesidad mutua, los ha definido como “un pilar de la democracia surcoreana”– pero sí defiende un mayor “equilibrio diplomático” en su relación con Washington y Beijing. También ha asegurado que “Corea del Sur debe aprender a decir ‘no’ a América” (EE.UU.) y ser más realista hacia la importancia de China en la ecuación.

Ya electo presidente, Mientras Moon dijo que era un honor para él encontrarse con el líder norcoreano, Kim Jong-un, a lo que el secretario norteamericano de Estado, Rex Tillerson, dijo que EE.UU. no se pondrá de rodillas ante Pyongyang.

En este contexto, es natural que Pyongyang desconfié de la oferta de Moon, porque considera que está muy presionada por Estados Unidos, lo cual mantendría una situación de casi tres años sin conversaciones militares y del humanitario intercambio familiar de coreanos separados desde la agresión estadounidense de 1950.

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