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Primera derrota militar de Estados Unidos

13 de julio de 2013

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Título recurrente, pero imprescindible la reiteración, para destacar que dentro de unos días, el próximo 27 de julio, hará 60 años de la primera derrota militar de Estados Unidos en la historia, cuando se vio obligado a firmar el armisticio, tres años después de haber protagonizado y arrastrado a sus aliados, bajo la égida de la ONU, a una  guerra de agresión para destruir a la joven y socialista República Popular Democrática de Corea.
Algunos historiadores occidentales tratan de hacer creer que el líder coreano Kim Il Sung inició la pugna bélica desde el Norte, pero es una de las trampas del Imperio, que antes había incumplido el acuerdo de finalizar su ocupación del sur de la península, mantenida desde la expulsión de los colonialistas japoneses en la Segunda Guerra Mundial.
Han transcurrido seis décadas desde el cese del fuego, pero ni un instante la sociedad norcoreana ha estado exenta del peligro de una nueva agresión ni dejado de educarse para vivir y combatir como héroe en defensa del socialismo.
Así lo siente uno cuando observa las maniobras populares para enfrentar cualquier agresión atómica norteamericana o visita el Museo de la Victoria, en Pyongyang, donde los jóvenes escuchan atentamente a esos héroes que han dirigido unidades de combate contra el agresor.
O cuando recordaba las palabras del chofer Pak Chang Sol, mientras conducía por las alturas del Kumgansang: “Mira, por aquí manejaba a oscuras, mientras caían las bombas, pero ni un solo momento se detuvo el flujo de armas y municiones para el frente”.
En marzo de 1951, el grupo de estudios de la Universidad John Hopkins, en su informe “Uso táctico de las armas nucleares”, dirigido al entonces comandante de las fuerzas norteamericanas en el Extremo Oriente, Douglas MacArthur, escribió “La guerra coreana proporciona la mejor oportunidad para el estudio sobre el uso táctico de la bomba atómica”.
De acuerdo con las notas de la reunión del Consejo Nacional de Seguridad, el presidente Eisenhower dijo el 13 de mayo de 1953 que “si se calcula en dólares, es mucho más beneficioso usar en Corea las armas atómicas que seguir usando las armas convencionales”. Pero ya era tarde.
FRUTO DE APETENCIAS
La península coreana siempre fue apetecida por las potencias colonialistas e imperialistas, debido a su situación estratégica como punto privilegiado de entrada en Asia Oriental.
Los resultados de la Segunda Guerra Mundial dieron lugar nuevamente a una península dividida. En el norte surgió la República Popular Democrática de Corea y en el Sur un régimen tutelado y patrocinado por Estados Unidos. Para el Gobierno del Norte, bajo la dirección de Kim Il Sung y el Partido del Trabajo, la Revolución no había terminado. Se aspiraba a una Corea unida e independiente, y el empeño desembocó en una guerra de agresión de tres años, con el objetivo estadounidense de utilizar la península como trampolín de su invasión al continente asiático y aplastamiento del socialismo.
Datos del Instituto de Historia de Cuba, basándose en fuentes coreanas, dicen que Estados Unidos movilizo mas de dos millones de efectivos militares propios y de 15 países satélites; gasto más de 40 000 millones de dólares y utilizo 73 millones de toneladas de materiales bélicos, que causaron la destrucción de ciudades, contaminación del medio ambiente y muerte a por lo menos cuatro millones de personas, mas de dos millones de ellas civiles.
La península, sobre todo el Norte, fue un campo de ensayo para nuevas armas estadounidenses. El Pentágono admitió la pérdida de 53 796 hombres, aunque cifras oficiales norcoreanas aseguraron que las bajas enemigas fueron 1 093 839, de ellas 397 543 pertenecientes al ejercito de EE.UU., 667 293 al surcoreano y
29 003 a otros países aliados.
La guerra de Corea fue devastadora, especialmente para el pueblo coreano, que se sobrepuso a su dolor para propinarle a Estados Unidos, junto a los voluntarios chinos, una contundente derrota y obligarle a firmar el armisticio de Panmunjon.
Durante estos 55 años, el pueblo norcoreano ha trabajado laboriosamente por el mantenimiento de la paz, el desarrollo económico y social y por el socialismo, enfrentado a calamidades naturales e incumplimientos constantes por Estados Unidos de acuerdos, la permanencia de fuerzas norteamericanas de ocupación en el Sur y la creciente política de provocación y calumnias, que han puesto a la península al borde de la guerra.
Luego, las conversaciones hexapartitas en Beijing para resolver el diferendo nuclear lograron avances, gracias a la proverbial paciencia china y a pasos consecuentes de Pyongyang, con el  fin de eliminar pretextos de la actual administración para torpedear la distensión y desnuclearización de la península.
La amenazante actitud imperial hizo que la RPDC recurriera como disuasión a la posesión del arma nuclear, como parte de un programa dirigido principalmente al desarrollo, y que el Pentágono toma como pretexto para seguir agitando la más increíble campaña de descrédito contra un pueblo que, desde el fin de la guerra en 1953, vive sin acuerdo de paz.
Así, el Imperio, con el control sobre las autoridades seulitas,  boicotea cada uno de los intentos de ambas partes para mantener estrechos vínculos económicos y familiares, y mantener una tensión que le ayuda a la amenaza permanente contra China y Rusia.   Todo a despecho de la exigencia de la mayor parte del pueblo coreano a la firma de un pacto de no agresión, el cierre de las bases norteamericanas, la desnuclearización de la península —todas las armas nucleares deben ser destruidas— y la reunificación pacífica.

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