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Pretexto para la escalada bélica

8 de abril de 2013

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Sesenta años después de su derrota en la guerra de Corea, Estados Unidos ha llevado su maquinaria bélica a la región, bajo el pretexto de la amenaza nuclear de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), trascendiendo sus cada vez más numerosas maniobras con Sudcorea, a las que incorporan aliados desde Japón hasta Australia.
En este contexto hay que rememorar la agresión del 25 de junio de1950, en la que EE.UU. hizo que participaran otras 14 naciones aliadas, bajo la bandera de las Naciones Unidas.
Aunque se discuten los detalles iniciales que desencadenaron el hecho, se afirma que tropas sudcoreanas iniciaron una provocación, que fue respondida por la naciente república, cayendo en la trampa de una respuesta bélica masiva de los efectivos guiados por Estados Unidos, que provocó la entrada  de dos millones de voluntarios chinos -al lado de la RPDC-, la muerte de cuatro millones de coreanos y la destrucción casi total en la península, sobresaliendo los ataques aéreos químicos y bacteriológicos de la aviación norteamericana.
Tras los ataques del 11 de septiembre al World Trade Center (WTC) y al Pentágono, Estados Unidos ha estado amenazando en todo el mundo más que nunca antes. Desde entonces atacó Afganistán, asesinó a miles de personas, destruyó los recursos naturales y desestabilizó al país entero.
Desarrolló la doctrina militar del ataque preventivo y ocupó a Iraq, esgrimiendo un pretexto falso, asesinando a su presidente y definiendo a la nación como parte del “eje del mal”, junto a Irán y Corea Democrática.  Utilizó a sus aliados en Libia para acabar con su máximo dirigente y apoderarse de sus recursos.
En lo que concierne a la RPDC, acusó a su gobierno de “terrorista” y, según The New York Times, desarrolló planes secretos para un posible ataque militar contra el norte de la península coreana. Ocultas tras una propaganda en contra -como una de las mayores utilizadas para justificar la probable agresión del Imperio- se encuentran tres exigencias fundamentales de Pyongyang.
A pesar de haber construido y ensayado la bomba atómica, la RPDC ha afirmado siempre que esta tiene un espíritu disuasorio y quiere que toda la península coreana sea “libre de armas nucleares”, garantías de seguridad y un paquete de ayuda humanitaria y económica.
Pide que Estados Unidos firme un tratado de no agresión. Si lo firmara, ha dicho que está dispuesta a aceptar la verificación independiente del congelamiento de su programa de armas nucleares. Pero Washington no está dispuesto a aceptar esas condiciones.
Finalmente, quiere resolver estas contradicciones mediante negociaciones bilaterales con EE.UU., pero este está en contra.
De hecho, al imperialismo estadounidense le gusta la propuesta de una península coreana libre de armas nucleares; es decir, que Corea Democrática tenga que abandonar su programa sin importar qué armas tengan Estados Unidos y sus aliados. (El gobierno estadounidense dice que ha retirado las armas nucleares que mantuvo en Corea del Sur durante muchas décadas, pero se niega a permitir inspecciones internacionales que lo verifiquen).
Pero además que Estados Unidos ha situado toda una parafernalia bélica en los alrededores de la península, donde realizan maniobras cerca de las costas con el Norte, ha dispuesto un sofisticado material aéreo donde B-52 y F-22 pueden lanzar numerosas bombas atómicas, así como sus más modernos barcos de guerra.
Lo cierto es que, a mi manera de ver, Estados Unidos no quiere agredir a la RPDC, aunque si mantener una tensión tal que siga justificando la permanencia de sus tropas y bases en Corea del Sur. Así mantiene a “resguardo” a este aliado y al principal “socio” asiático, Japón, país víctima de sus ensayos atómicos, donde cuenta con el mayor número de hombres y armas nucleares.
Si atendiera las exigencias norcoreanas, ya no habría ninguna justificación para la permanencia de sus tropas y bases en Corea del Sur. Firmó un cese del fuego en 1953, pero se ha negado a firmar un tratado para terminar formalmente la guerra. Si Estados Unidos no fuera un obstáculo, ambos estados coreanos avanzarían hacia la reunificación. Pero, por supuesto, ello no conviene al Pentágono, que busca un mayor estrechamiento del cerco a China, así como la continuada amenaza a Rusia –que no es la otrora Unión Soviética-, nación dispuesta al diálogo político y no a la acción militar en la región.

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