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PPK, sentimental

10 de enero de 2018

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Pocas horas después de que el Congreso no pudiera reunir la cantidad suficientes de votos para deponer por corrupción en el caso Odebrecht al presidente de Perú, Pedro Pablo Kaczynski, PPK, como se le conoce, dirigió unas palabras conmovedoras a la nación para asegurar que se portaría bien como gobernante y, en un gesto que calificó de humanitario, exoneró de la prisión al ex mandatario Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad.

Fujimori, quien ahora guardará prisión domiciliaria, estuvo implicado en sonados casos de corrupción y en los asesinatos de por lo menos 25 personas, sin contar cientos que permanecen en la oscuridad.

De ahí el malestar popular expresado en las calles por miles de personas que no olvidan los crímenes de Fujimori, además de expresar el repudio por el descarado pago de PPK a los legisladores partidarios de la hija de Fujimori, Keiko, quienes hicieron posible librar de la expulsión de la presidencia al desprestigiado mandatario.

PPK pudo llegar al poder de carambola en las  más recientes elecciones presidenciales, aprovechándose de las movilizaciones nacionales contra el posible regreso del fujimorismo, apoyado por una alianza que comprendía desde la extrema derecha a la izquierda y el abierto respaldo de los más grandes empresarios locales.

Así, PPK, de Peruanos por el Kambio, pudo impedir el triunfo de la favorita Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales peruanas.

El Presidente, repito, candidato de los grandes empresarios, al igual que su derrotada contrincante, apostaban, y apuestan, por la desregularización del mercado, la primacía del capital privado y la desaparición del Estado en la mayor parte de las cuestiones, principales.

A la izquierda no le quedó más remedio que apoyar a Kuczynski, con el fin de impedir cualquier regreso, real o no, de la época de la dictadura de Alberto Fujimori.

Como hijo de su clase, PPK limitó mucho su campaña a ofrecer agua potable, salud y educación, sin un programa coherente, y obviando que para realizarlo iba a utilizar métodos neoliberales, que lo privatizan y comercializan todo.

También conspiraban contra él sus nefastas actuaciones en los gobiernos de Fernando Belaunde Terry y Alejandro Toledo, en los que siempre fue un elemento de apoyo a los bancos y estuvo envuelto en escándalos de corrupción.

Hay que reconocer que Keiko Fujimori fue un hueso duro de roer, al granjearse las simpatías de parte de la juventud –que no tuvo idea de quien fue su padre-, otros a quienes podemos llamar desmemoriados y algunos que se quedaron sin candidatos hasta última hora.

Creyeron en las promesas de Keiko de que no repetiría los errores paternos, además de tener  el hándicap en contra de que junto a ella permanecieron elementos que no dan mucha confianza, y de que era, es, respaldada por un partido, Fuerza Popular, que tiene once legisladores sospechosos de lavado de dinero.

Keiko ya logró su cometido, aprovechando la manía de robar tan abierta en la gama de la mayoría de los presidentes peruanos, para chantajear a PPK. Así, lo apoyó para que mantuviese el poder, a cambio del indulto de otro corrupto, su padre.

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