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Por encima de las comparaciones

19 de marzo de 2018

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La aplastante victoria de Vladimir Putin en las elecciones de este domingo en Rusia, para lograr su cuarto mandato como presidente de la nación más extensa del mundo, tiene una breve lectura: es un mandatario fuerte que ha hecho mucho para su país y la población le apoya, algo incomparable con otros gobernantes, como el de Estados Unidos y varias naciones europeas, quienes tratan infructuosamente de denigrarlo y no se preguntan, o no les interesa, conocer porqué tienen tan poco respaldo popular.

Pero tiene también una lectura algo más extensa, pero concisa, y que tiene su traducción en las multivariadas respuestas de la mayoría de los rusos, porque…

… les ha devuelto el orgullo de ser una nación libre, ha evitado que los occidentales se queden con las riquezas rusas, está consiguiendo el pleno empleo, gracias a su saber hacer y a que su industria utiliza sus recursos para exportar manufacturas y no solo petróleo; ha demostrado que las compañías de asesoramiento mundial están manipuladas y ha demostrado que Rusia, cuando envía ayuda humanitaria, envía camiones con comida y medicamentos, al contrario de Estados Unidos, que “democratiza” países con bombardea y guerras de desgasta con el fin de robarles las materias primas.

Pero, sobre todo, ha demostrado ser un patriota y antes que el dinero occidental están sus gobernados, y esto se puede ver en el mismo proceso eleccionario, porque, con la victoria desde hace mucho tiempo en el bolsillo, el único enemigo al que tuvo que derrotar Vladímir Putin fue la abstención, todavía alta, pero menor que en los anteriores comicios. De ahí su mensaje el último día de campaña:

“El rumbo que tome el país depende de la voluntad popular, de la voluntad de cada ciudadano de Rusia. A quién votar, cómo ejercer el derecho de elegir libremente, es una decisión personal de cada ciudadano. Pero si se elude esta decisión, esta elección clave determinante, se hará sin tener en cuenta vuestra opinión”.

En el poder desde que el presidente Borís Yeltsin le nombrara primer ministro en 1999, Putin ganó sus primeras elecciones presidenciales al año siguiente. Ha dirigido Rusia desde entonces, como presidente entre el 2000 al 2008, luego premier hasta el 2012 y otra vez presidente desde entonces, cargo que mantendrá hasta el 2024.

Putin, con 65 años y en magnífica forma física gracias a la práctica regular del judo y el hockey, que ha logrado éxitos indiscutibles, reconocidos por muchos de sus enemigos.

Asumió el poder en un momento en que el país estaba en un estado bastante precario tanto económico como político. El terrorismo, con su enclave en el Cáucaso del Norte, intentó expandirse e intimidar a la población de todo el país. Con estrictas medidas, el nuevo jefe de Estado consiguió erradicarlo, restauró los poderes públicos y llevó a cabo una reforma territorial-administrativa a gran escala.

Preservó y fortaleció la influencia internacional de Rusia .Es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, un país con derecho de veto y participante igualitario en la mayoría de las alianzas internacionales. Además, bajo Vladímir Putin, funcionan alianzas efectivas como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC) y el papel de los BRICS está creciendo.

No dejó que el caos nacional estallara en Rusia con el escenario de las ‘revoluciones naranjas’, promovidas por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) Después del fracaso de las ‘revoluciones de colores’, la audaz expansión sin restricciones de la OTAN en el espacio postsoviético se detuvo prácticamente.

En marzo del 2014, Crimea y Sebastopol volvieron a formar parte de Rusia. Ante la ira de los políticos de Kiev, un escenario brillantemente realizado permitió hacer realidad pacíficamente la voluntad de los crimeos que deseaban vincular su futuro con Rusia. “Putin aprovechó el momento y devolvió el territorio injustamente transferido de Crimea a su país natal”, destaca el semanario francés Advance, nada amigo de Moscú.

Con Vladímir Putin surge una nueva imagen de las fuerzas armadas, fuertes, modernas, bien entrenadas y equipadas. La revista estadounidense The National Interest calificó al Ejército ruso de uno de los más poderosos en el mundo, mientras que los gastos militares de Rusia son sustancialmente menores que los de Estados Unidos, incluso ahora con armas hipersónicas superiores a las de sus potenciales enemigos.

Ello ayudó a Siria a liberar el 90% de su territorio de un terrorismo aupado e incoado por el imperialismo norteamericano, las satrapías del Golfo e Israel. La revista conservadora británica The Spectator resumió recientemente la operación que las fuerzas de seguridad militares rusas llevaron a cabo contra los terroristas: “Las acciones de Putin difieren mucho de las de los ‘payasos de la Unión Europea’ y el poco fiable ‘tío Sam’. Putin se comporta de forma mucho más audaz que los líderes occidentales”.

El ultimátum económico actual, declarado por Occidente, no consiguió poner a Rusia de rodillas, porque el país es capaz de alimentarse a sí mismo, lo cual fue señalado por el diario alemán Bild: “No intenten destruir a Rusia; las sanciones u otro tipo de instrumentos políticos no funcionarán en un país que no se rindió en la Segunda Guerra Mundial, a pesar del hambre y las bajas”.

Cuando Vladímir Putin llegó al poder, en Occidente se vaticinaba una vuelta de tuerca contra la iglesia, pero resultó exactamente lo contrario. Se reconstruyen templos y mezquitas en el país y representantes de todo tipo de confesiones tienen la oportunidad de celebrar fiestas y otros eventos.

A pesar de continuados obstáculos, campañas de desprestigio, se ha restaurado el interés en los deportes. El país se ha convertido en el organizador de una serie de prestigiosos torneos internacionales, y Putin es un patrocinador de los deportes en la juventud, deporte de la juventud está reviviendo activamente, entusiasmo creado personalmente por el jefe de Estado.

Y, finalmente, Occidente no puede perdonar a Vladimir Putin el resurgimiento de su país, el devolver a los ciudadanos la confianza en sí mismos y el retorno a los valores rusos como medio para resolver problemas.

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