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Política sin principios y sus consecuencias

3 de septiembre de 2021

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Múltiples y muy variadas repercusiones ha tenido en el mundo la desastrosa, desesperada y humillante huida de las tropas intervencionistas de Estados Unidos y sus socios de la OTAN del territorio de Afganistán, un país hasta entonces independiente a donde llegaron con ínfulas imperiales, sed de venganza y afanes por construir una “democracia” tipo yanqui que añadiera a ese país a la lista de incondicionales de Washington, sirviendo a la vez de plataforma geopolítica hostil contra Irán, China y Rusia.

Así al menos lo mostró en su momento el entonces mandatario –el genocida Bush hijo– quién en un inolvidable y ridículo vuelo de aviación dio por concluidas victoriosamente las conquistas mesorientales del imperio. Veinte años y cuatro Administraciones desde la Casa Blanca han transcurrido desde aquellos tiempos, convertidos en un infierno para el pueblo afgano, a los que posteriormente fueron uniéndose –por voluntad criminal del imperio– los de Siria, Iraq y Libia, todos hoy destrozados de una u otra manera y contando por millones las víctimas.

La causa principal y los orígenes de tan trágica situación, que enfrentamos actualmente hasta en los más “oscuros rincones del mundo” no es difícil de identificar y ya la señalan hasta los aliados y aun los más tibios críticos: está en la política imperial sin principios y llena de dobles raseros y falsedades que llevan a cabo los gobiernos imperialistas de Estados Unidos –de cualquiera de los dos partidos que se turnan en regir aquella “democracia”– y que el desarrollo y final de la prolongada guerra de agresión contra el pueblo de Afganistán han puesto en evidencia como pocas veces.

Un ejemplo claro y vigente es su dual relación con el llamado “Estado Islámico”, a cuya organización y financiamiento contribuyeron junto a otros socios para lanzarlo contra los gobiernos de Siria e Iraq en el momento que estimaron propicio y tras utilizarlo, luego simular perseguirlos y ahora pretender dejarlo como bomba de tiempo contra el movimiento talibán tras las fronteras afganas.

Conocedores de esos dobleces e hipocresías por parte del gobierno de Estados Unidos y algunos de sus socios acompañantes en aventuras y fechorías más allá de sus límites, tanto China como Rusia se abstuvieron en la votación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas donde –como de costumbre– encubrieron sus verdaderos propósitos en una aparentemente ingenua y generosa resolución humanitaria.

No es la primera vez que semejante engaño al mundo ocurre por parte del Imperio y sus acólitos; Beijing y Moscú han aprendido bien la lección y se niegan a formar parte de ese carnaval sin fin, que no sería más que el reinicio de la misma política sin principios ni escrúpulos, llevada hasta aquí por quienes siguen creyéndose dueños, rectores y árbitros del planeta.

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