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Pobreza endémica

17 de mayo de 2013

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El derrumbe de un vetusto edificio, con una fábrica de confecciones textiles en su interior en Dacca, impactó no solo por las más de mil víctimas mortales que produjo, sino también porque reveló crudamente las peligrosas condiciones laborales a que se ve sometida la mayor parte de la población trabajadora en Bangladesh.
Ahora se busca a los responsables del derrumbe yse cierran fábricas en condiciones similares, pero lo real es que la pobreza generalizada obliga a veces a hacer concesiones, agravada por la inescrupulosidad de que quienes reciben dádivas a cambio de no frenar a los individuos ricos que alzan mansiones sobre las costas y a las multinacionales que siguen construyendo dominios en esos lugares.
Ello está sucediendo en Bangladesh, un lugar desde hace mucho muy mencionado por las decenas de miles de víctimas, debido a frecuentes tifones y la presencia de marines estadounidenses en labores de rescate -con todo un montaje propagandístico de encomio a los salvadores-, así como por la amenaza de desaparición de parte de su territorio, por el aumento del deshielo en el casco polar ártico y el consabido del agua circundante.
Inversiones extranjeras en maquilas y otras actividades industriales hacen crecer anualmente el Producto Interno Bruto del país sudasiático de casi 150 millones de habitantes, pero ello no impide que siga aumentando el índice de la pobreza, que afecta a la mitad
de la población, 30 millones de ellas en la miseria más absoluta.
La escalada mundial de los precios de los alimentos y las crisis energética y financiera coadyuvan al mal, y los esfuerzos para paliar las dificultades han arrojado año tras año magros resultados.
Los precios del arroz, que es el alimento básico en la región, casi se duplicaron en los últimos tiempos como consecuencia de la escasez registrada tras inundaciones y el paso de devastadores ciclones.
En Bangladesh, como en otras muchas naciones subdesarrolladas,  la población infantil se ve obligada a trabajar para ayudar a la subsistencia familiar, a despecho de “castigos internacionales”, con el gobierno de Estados Unidos al frente, por utilizar la mano de obra de esos menores.
La desgracia es tal, cuenta IPS, que Berket, de 13 años, trabaja desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche en una tienda de comestibles de Dacca, la capital, sin un día de descanso, por el equivalente a seis dólares al mes. Pero él se considera afortunado. “Cuando vivía en mi aldea con mis padres, no podía comer tres veces al día”, contó el niño, quien ahora tiene comida, vivienda y un poco de dinero a fin de mes.
Las hijas más pequeñas de Moyeen, quien se gana la vida transportando personas en un carro de culí, corrieron una suerte similar. Él permitió que sus hijas trabajaran como empleadas domésticas en Dacca, porque ya no podía mantener solo a su familia de cinco miembros.
“No puedo tirar del carro siempre, porque tengo problemas respiratorios”, explicó. “La ganancia mensual de mis dos hijas, de unos 10 dólares, es de gran ayuda para mi familia”, dijo.
La pobreza endémica es la raíz del trabajo infantil en Bangladesh, y por eso no hay perspectivas de eliminación rápida de esa práctica, que comprende a 7,5 millones de niños y niñas de entre cinco y 14 años. Extraoficialmenbt5e, esa cifra se eleva a 13 millones. Mientras persista el problema, no habrá posibilidad de erradicar el trabajo infantil de Bangladesh, aunque no es excusa para prevenir las formas más riesgosas al respecto
Hasta ahora no hay programas exitosos gubernamentales para combatir ese flagelo social y, lamentablemente, Dacca parece contentarse con los esfuerzos de organizaciones no gubernamentales y grupos internacionales.
Aunque la Ley de Factorías de 1965 prohíbe el empleo de menores de 14 años, la ley abarca sólo el sector formal, donde se encuentran apenas el 4% de los niños trabajadores. Además, la implementación de la norma tiene enormes carencias.
Como dijimos anteriormente, el embargo de Estados Unidos contra los bienes producidos total o parcialmente con trabajo infantil desplazó a miles de niños bangladeshíes de la industria de la vestimenta a tareas más peligrosas y peor remuneradas, incluso a la prostitución.
La solución no es fácil, pero se conoce: tratar de que las riquezas de la nación, muchas o pocas, sean propiedad del pueblo, y no de elementos explotadores foráneos.

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