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Pobre en la rica Suiza

1 de diciembre de 2016

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Dos amigos peruanos que desde jóvenes emigraron a Suiza en busca de una mejor vida, cuentan que nunca lo lograron, a pesar del conocimiento de idiomas, nivel universitario y otras bondades culturales, y que jamás pudieron acceder al nivel de vida medio a pesar de desempeñas dos empleos al mismo tiempo, incluso de estibador.

Y es que la siempre ponderada riqueza de Suiza no alcanza para todos, y solo tienen acceso quien de una manera u otra pueda lograr algún puesto bancario o en sintonía con empresas y monopolios, algo al que tienen generalmente acceso ciudadanos de origen suizo.

Tal situación ha creado malestar social, traducido en manifestaciones en diversas partes del país y sobretodo Berna, la capital, aunque no con la violencia de hace tres años, en reclamo de mejores condiciones de vida y sobretodo salariales, ya que los actuales sueldos no alcanzan para cubrir las necesidades mínimas.

De acuerdo a los criterios helvéticos, actualmente, sobre una población total de ocho millones, un millón son pobres, por lo cual el gobierno federal anunció un Programa Nacional de Lucha contra la Pobreza, luego de una reunión con representantes de los cantones y municipios, sindicatos, asociaciones patronales, ONG y hasta personas directamente afectadas por el problema, tal como sucedió en el 2013.

El plan pondrá el acento en la formación, especialmente de los niños y jóvenes socialmente desfavorecidos. El objetivo es que todos logren obtener un diploma profesional (oficio). En complemento con esto, se pondrá el acento en la inserción laboral y en la integración social.

Aunque muchos ya reciben asistencia social, esta es insuficiente, por lo cual los partidos de izquierda demandaron el aumento de la ayuda y los de derecha por el estimulo al crecimiento económico, lo cual, siempre, ha premiado a quienes más tienen.

Para los especialistas suizos, la clave es la integración al mercado del trabajo. Pero “si se lo hace artificialmente, fuera de las leyes del mercado, esos puestos pueden resultar de poco rendimiento para los empleadores y pueden desaparecer”, advertía Anne Kung, una analista de mercados de trabajo de la Secretaría de Estado para la Economía. Lo crucial, por lo tanto, es la formación ya que la mayoría de los pobres son personas con empleos de baja productividad, mal remunerados.

Caritas Suiza, que es una de las entidades no estatales más activas en materia de auxilio a estas personas y que generalmente responde, bajo su aspecto caritativo, a intereses occidentales, reconocía que la pobreza en Suiza es mayor de la que se ve o se dice o se reconoce en cifras oficiales, porque muchas personas la ocultan, avergonzadas de ser pobre en un país tan rico, algo que no ocurre, creo, en otra parte del mundo.

“Las personas afectadas por la pobreza intentan que los demás no las vean. Se repliegan cada vez más sobre sí mismas”, agregó Caritas. Una consecuencia de esta actitud es acentuar la exclusión social. “En Suiza, la percepción de la ayuda social está ligada a una cierta estigmatización (y) a la vergüenza y al orgullo de poder satisfacer sus necesidades por sí mismo, incluso si la situación es difícil”, decía. La estimación es que más del 50% de las personas que están en condiciones de recibir ayuda estatal no la solicitan.

Pero de todas maneras, la pobreza sigue creciendo, y si en el 2010 unas 600 000 personas vivían ental condición -sin contar las que se ocultan-, ahora en el 2016 la cifra se eleva a más de un millón, y una cifra similar está en igual riesgo.

La pobreza afecta entonces aproximadamente, subrayo, a uno de cada diez suizos, una cifra que impacta en ese país y explica la movilización en torno al tema.

Se habla de un “mínimo vital social” y de que la persona que no lo alcanza padece de “privación material severa”, un concepto cuya aclaración es por demás interesante, porque, aunque no se puede comparar con otras naciones que sí tienen un nivel de vida mucho más bajo, el vivir en pobreza en Suiza es la falta de capacidad para hacer frente a un gasto imprevisto, retraso en pagos, no poder comer carne o pescado una vez cada doso más días por lo menos, no tener una calefacción conveniente, ni lavadora, ni televisor, ni teléfono y mucho menos vehículo.

Estamos hablando de una sociedad de una nación altamente desarrollada, que ha sido siempre beneficiada por haber jugado un papel neutral en las dos guerras mundiales, ser depositarios sus bancos de todo tipo de dinero, inescrupuloso o no, y haber sido objeto de imitación, como cuando se decía que “Uruguay era la Suiza de América”.

No hay que apelar a un análisis marxista, sino a los propios estudios occidentales y de instituciones religiosas para comprender, como dice Cáritas que en Suiza “la pobreza es sobretodo un problema de repartición de la riqueza”. El país tiene recursos para que todo el mundo viva bien, pero “hay una distancia muy grande entre los ricos y los pobres”.

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