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Pies sobre la tierra

22 de abril de 2013

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Especialistas de las principales naciones capitalistas industrializadas coinciden en señalar que la República Popular China se convertirá en menos de dos décadas en la primera potencia económica mundial, sobrepasando con creces a Estados Unidos, pero esto no adormece las preocupaciones de la actual dirigencia de la nación socialista, quienes han señalado diversas situaciones externas e internas que tienen que ser superadas.
El país sufre los impactos de la actual recesión mundial, que ha hecho disminuir su alto y sostenido crecimiento.
A medida que la crisis financiera global se expande, su impacto en China se intensifica en medio de una restricción mundial de fondos y una desaceleración del crecimiento de exportaciones.
El retroceso registrado en Estados Unidos, Europa y Japón afecta a las economías en vías de desarrollo, China incluida, debido a que el sector exportador, uno de los pilares del desarrollo de la nación socialista, se está viendo afectado por la debilitada demanda exterior.
En este contexto Beijing ha aplicado un “ paquete” de estímulo económico que debe tener un impacto apreciable en corto plazo, que incluye diversas medidas para apoyar el desarrollo a largo plazo y mejorar las condiciones de vida de la población, ya que favorecerá el avance en ámbitos como la energía y la fijación de precios de estos recursos, la salud pública, la educación, la red de seguridad social y la reforma financiera e institucional.
ESTABILIDAD, POR SOBRETODA LAS COSAS
La dirigencia china ha subrayado que para hacer avanzar a la nación hacia la prosperidad, se debe mantener la estabilidad y cualquier amenaza será cortada apenas brote.
Así, inteligentemente, el avance con cautela en la consagración del actual sistema económico pronostica el éxito y la imposibilidad de alguna crisis grave que obligue a acelerar el cambio.
En el primer trimestre de este 2013, la desaceleración del crecimiento al 7,7% -alto para cualquier otra nación- fue dos décimas menos que en el anterior, lo cual preocupa a otras economías que dependen de China para redinamizar la economía mundial.
En el 2012, el Producto Interno Bruto (PIB) chino registró un aumento de 7,8%, el más bajo en 13 años, y el gobierno tiene para el 2013 un objetivo relativamente modesto del 7,5%, debido al
“complicado y volátil entorno económico dentro y fuera de China”, explicó una fuente oficial de Beijing, porque “la recuperación ha sido lenta, en particular en algunos países que han aplicado medidas de flexibilización monetaria”.
“Estas medidas han creado más presión en la apreciación de las monedas de los países en desarrollo y hacen más difíciles las exportaciones”, lamentó, sin mencionar que los bancos centrales de Japón y Estados Unidos han puesto en marcha medidas de flexibilización monetaria para redinamizar sus economías.
Así no se espera que el Banco Central chino reduzca los tipos de interés para estimular la economía, debido a que esa medida podría agravar la inflación, y sí tomar previsiones para mantener la promoción de las inversiones en infraestructuras.
En marzo pasado, la balanza comercial china registró un déficit de 880 millones de dólares, debido principalmente a la caída de la demanda en Estados Unidos y la Unión Europea. La inflación también estuvo por debajo de las expectativas del mercado y demostró la debilidad del mercado interno.
Las inversiones en bienes de capital, un dato clave que mide los gastos del gobierno en infraestructuras, crecieron un 20,9% interanual en el primer trimestre, algo menor que el 21,2% en el periodo enero-febrero.
Muchos son los retos a enfrentar y por ello la nueva dirigencia china no se duerme sobre los laureles de pasados éxitos, afinca sus pies sobre la tierra y se apresta a enfrentar el desempleo, la corrupción y el ahondamiento de las diferencias, que dificultan el camino hacia una sociedad desarrollada prósperamente y que responda a los principios del socialismo.

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