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Pesadillas en el país de los sueños

8 de febrero de 2016

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El país más rico de África, integrante de las naciones emergentes del importante grupo BRICS (junto con Brasil, Rusia, la India y China), cuna del hombre que simbolizó la unidad y el orgullo, Sudáfrica, atraviesa por dificultades económicas y sociales, agravadas desde principios de este año por una crisis multirracial que parecía ya superada.
Así, el diario Someto estimó que la nación ha perdido su brújula moral, y consideró que no era justo con Nelson Mandela, el héroe de la lucha antiapartheid, quien pasó 27 años en la cárcel, que “Sudáfrica se caracterice por la corrupción, el racismo, la criminalidad y la violencia”.
Sudáfrica, gobernada desde hace más de 20 años por el partido de Mandela, el Congreso Nacional Africano (ANC), ha suprimido las barreras raciales y logrado hacer emerger una clase media y acomodada urbana multirracial, con capacidad para pagar a sus hijos escuelas de calidad.
Tiene una economía de ingresos medios, emergente con importantes fuentes de recursos naturales. Cuenta con sectores de transporte, energía, de telecomunicaciones, legales y financieros bien desarrollados, una bolsa de valores que se sitúa entre las primeras del mundo (la primera de África), y unas modernas infraestructuras con las que se obtiene una eficiente distribución de productos hacia los principales centros urbanos a lo largo de toda la región. La economía sudafricana acapara el 25% del Producto Interno Bruto africano, pero el crecimiento no ha sido suficiente para acabar con la alta tasa de desempleo.
Desde el 2009 hay cierto estancamiento económico y las tensiones sociales se acumulan, a menudo acompañadas por violencias que desbordan a los sindicatos tradicionales, entre otros en el sector minero, escenario de una oleada de huelgas salvajes que ha causado decenas de muertos y aceleró la depreciación de la moneda.
Todo esto impide olvidar que aunque Sudáfrica, subrayo, es el país más rico del continente, cuenta con un 26% de habitantes demasiado pobres (26%) y más de la mitad vive bajo el umbral de la pobreza (52%). El 62% de las familias negras y el 33% de las mestizas están en esa condición.
El desempleo es crónico, entre otros en las provincias rurales como Cabo Oriental, la región natal del expresidente de Sudáfrica donde una mayoría de habitantes depende cada mes de un puñado de cientos de rand procedentes de ayudas destinadas a los mayores o para los niños.
Muchos de esos problemas son la herencia de la política de exclusión económica llevada a cabo por la minoría blanca bajo la tutela británica, y bajo el apartheid a partir de 1948. “Pero no todos”, subrayaba el diario económico Business Day.
La enseñanza pública —que Mandela consideraba la clave del desarrollo del pueblo— es un fracaso manifiesto, a pesar del importante presupuesto estatal. Mandela “lloraría si supiera lo que ocurre en las escuelas”, aseguraba el arzobispo Desmond Tutu, otro héroe de la lucha antiapartheid.
Al igual que Tutu, cada vez más observadores, incluidos antiguos compañeros de lucha, denunciaron tal estado de abandono
Ahora corresponde a las actuales autoridades sudafricanas rectificar los errores y hacer que desaparezcan las pesadillas que ponen en peligro los sueños de Mandela y otros patriotas que expusieron sus vidas en aras de la igualdad y justicia para la inmensa mayoría de la población.

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