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Perro con cartel

6 de febrero de 2019

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Sí, uno solo, en el que se lee por un lado “derecha”, y por el otro “ultraderecha”.
Ambos son males de una tendencia dominante en los últimos tempos, en los que la confabulación imperialista con la oligarquía local hace que gobiernos de tendencia progresista vayan cayendo uno tras otro por la vía “democrática” de las elecciones, en los que la mayoría de los votantes han sido manejados a su antojo por los medios “informativos”, y eligen a quienes después serán, de una manera u otra, sus verdugos.
Así sucedió el pasado domingo en El Salvador, hecho que ya comentamos (¿Esfuerzos vanos?), que se añade a procesos ya acaecidos en Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Perú, conreminiscencias en Ecuador y abiertos descaradamente en Guatemala, Honduras y Colombia, en lo que respecta a este continente.
Mientras, en Europa, ocurre de forma algo diferente, pero con abierto mensaje ultraderechista en la mayoría de los países que comprende la Unión Europea, con la complicidad de gobiernos que se dicen democráticos, pero que apoyan sumisamente al gobierno de Donald Trump en su política de sanciones contra Rusia, Irán y la República Popular Democrática de Corea.
Ahora esos elementos gobernantes conminan a Venezuela a plegarse a las demandas imperialistas, indicando que estarán cruzadosde brazos ante una posible invasión militar norteamericana, hecho ya sopesado por Trump hace dos años y que ha dejado ahora en manos de sugabinete de halcones.
A los amantes de la paz y la justicia tiene que preocuparles este fenómeno reaccionario, que está instalado con mucha fuerza y nada hace pensar que en lo inmediato pueda revertirse. Por el contrario, parece extenderse.
Sin caer en el simplismo, o peligro ideológico, de afirmar que las poblaciones son “ignorantes” en términos políticos, las fuerzas progresistas debían haber tenido en cuenta la crisis general del sistema capitalista, las consecuencias del neoliberalismo que se han estado aplicando desde hace cuatro décadas; la enorme manipulación de las masas y la crisis en las mismas propuestas de las fuerzas que se dicen de izquierda o progresistas, que luego no las siguen, cuando llegan a la cúspide o tienen oportunidad de hacerlo desde una férrea opción a lo mal hecho.
Por ello es necesaria una unidad sincera y fuerte de las fuerzas progresistas, que deje a un lado todo tipo de celos respecto a la dirigencia, con espíritu de sacrificio. No es escribir por escribir, ni decir por decir, porque se está ante un hecho que parece increíble, pero es real:
Por muy impopulares que parezcan las medidas neoliberales y el rechazo violento a quienes protestan ante ellas, también han calado en la conciencia colectiva.
Y es que el absoluto control de los principales medios de comunicación, hace que las masas crean a pies juntillas la interminable prédica de la ineficiencia del Estado como administrador, endiosando engañosamente hasta niveles supremos la calidad de la empresa privada.
Así, una población desesperada y falta de proyecto político (por la ausencia de organizaciones de izquierda con verdadera fuerza), puede caer fácilmente en la manipulación y apostar por discursos mesiánicos, profundamente conservadores.
Es lo que ha estado sucediendo en ese avance de la derecha y ultraderecha, inscritas en los dos lados del cartel del perro símbolo aquí del imperialismo que lo exhibe, sin hacerle falta un collar.

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