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Península coreana: no es la primera vez

12 de mayo de 2018

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Tanto los estudiosos de la historia como quienes sencillamente tienen buena memoria, recordarán que no es la primera vez que la posición prudente pero firme de las autoridades de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) hace posible que las tensiones y las amenazas imperialistas yanquis contra esa nación del norte de la península coreana sean conducidas a la negociación en busca de la solución de los problemas pendientes como consecuencia de la guerra de 1950-1953.

Recordemos que las conversaciones con la Administración Clinton y gobiernos sudcoreanos de la época que también apostaron por la paz tuvieron efectos concretos y esperanzadores, cuando la RPDC suspendió sus programas nucleares y desmanteló sus instalaciones en un esfuerzo por acercarse a pasos posteriores que incluyeran hasta la eventual reunificación del país.

Todo lo avanzado entonces fue echado por tierra, de un plumazo, por el genocida George W, Bush hijo tan pronto llegó a la Casa Blanca y renovó las más brutales amenazas y constantes provocaciones contra la RPDC, una vez más desairada y traicionada en su buena voluntad y deseos de paz.

El desarrollo posterior de los acontecimientos fue una larga cadena de agresiones de todo tipo, de las cuales fueron cómplices algunos gobiernos sudcoreanos, también amenazados y presionados por Estados Unidos y convertidos en base y punta de lanza contra el Norte socialista.

No puede desconocerse, por tanto, la actitud del actual presidente sudcoreano Moon Jae.in y su Partido Democrático que desde su campaña electoral proclamó los deseos de un cambio de política recibiendo el apoyo de la abrumadora mayoría de la parte sur, cansada también de agresiones y zozobras.

Ambas partes de la península tienen derecho a poner fin a esta situación y suscribir el pendiente Tratado de Paz que sería punto de partida para un desarrollo sincero y mutuamente beneficioso, que pudiera llegar algún día hasta la reunificación.

Sin embargo, en medio de todo, hay un “tercero en discordia”, que es el poder imperialista de Estados Unidos que busca satisfacer sus intereses hegemónicos y nada tienen que ver con los verdaderos intereses, deseos y aspiraciones del pueblo coreano, tanto del norte como del sur.

Si hasta ahora no se ha logrado la paz intercoreana –es imprescindible recordarlo–, es por la constante interferencia de los regímenes de Washington al extender sus dominios imperiales hasta Asia-Pacífico, calificada por Obama como “zona de máxima prioridad”.

Confiemos en que Donald Trump, después de haber amenazado a la RPDC con borrarla de la faz de la tierra, haya recapacitado lo suficiente como para no convertirse –una vez más–, en el obstáculo insalvable para la paz en Corea.

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