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Peligrosa dependencia

5 de junio de 2013

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Si peligrosos son los obstáculos que encuentra la administración de Barack Obama para tratar de frenar, aunque sea tímidamente, la profusa venta de armas dentro de Estados Unidos, todavía es más grave el propio reconocimiento del espurio Nobel de la Paz de que es necesario el aumento del presupuesto bélico para ¡salvar la economía! de la principal potencia militar.
Tema manido y tratado por un gran número de comentaristas internacionales, y aunque peca de falta de originalidad, no deja de preocupar, porque se mantiene muy actual, con acciones que llevan al globo al borde del abismo.
Datos oficiales norteamericanos dan a conocer que Estados Unidos posee 737 bases en todo el orbe, cubriendo casi 2 800 kilómetros cuadrados en alrededor de 130 países, lo cual, como apunta el portal español de Rebelión, destaca la culpabilidad de Bush al escoger a la guerra como la premisa de la orientación económica de Estados Unidos.
Durante el siglo pasado, la transformación de una economía de guerra en economía de paz era extremadamente difícil. La transformación de una industria militar era un asunto delicado. Hoy, el grado de sofisticación que han alcanzado las armas, la hace imposible.
La administración justificó el aumento del déficit presupuestario mediante la necesidad de librar la guerra contra el terrorismo, lo cual  permitió también desplazar los fondos destinados a las infraestructuras sociales hacia los gastos de guerra.
El crecimiento de esos gastos públicos benefició a las empresas privadas que producen armamento. Las ventas de Northrop Grumman registraron así un alza de 57%, y la firma pasó de un saldo negativo a la obtención de importantes ganancias. La división militar de Boeing registró un beneficio de explotación en alza de 38%. El volumen de negocios de Lockheed Martin, líder mundial de la industria de guerra, aumentó en un 23% mientras que las ventas de su división aeronáutica crecieron en 60%.
Pero, según Robert Pollin, profesor de Economía en la Universidad de Massachussets, los gastos de mano de obra y armamentos siguieron siendo relativamente bajos. La tajada más grande se la llevaron Halliburton, Bechtel y algunos grupos privados más, ligados a la administración Bush.
O sea, el crecimiento tan aplaudido por los analistas tiene que ver principalmente con las inversiones ligadas a la guerra. Durante el segundo trimestre de 2003, en plena guerra contra Iraq, alrededor del 60% de la tasa de crecimiento podía atribuirse a los gastos militares.
La negativa a firmar el Tratado de Ottawa sobre la prohibición de las minas antipersonales hasta la guerra contra Iraq, pasando por el titánico proyecto militar de “guerra de las galaxias” y el establecimiento de una guerra perpetua contra el terrorismo, confirmaron el análisis que hizo el economista Robert Freeman: la economía estadounidense se ha hecho dependiente de la guerra y la conquista.
Toda esta monumental maquinaria bélica decide la política y la cultura de Estados Unidos, tanto en lo doméstico como en su proyección internacional. Hoy por hoy su poderío se basa en las guerras, siempre en otros territorios, nunca en el propio.
Como en la era de Bush, la de Obama también hace de la guerra su eje, aunque trate a veces de disfrazarlo con una retórica inteligente, a veces, no malintencionada (al parecer), pero que resulta falsa.
Y es que la economía doméstica está alimentada en un alto porcentaje por la industria de guerra para lograr su hegemonía planetaria, lo cual hacen indispensables políticas duras, con el fin de lograr la apropiación de materias primas e imponer el aún primado del dólar –endeble o no- para lograr la imposición de reglas de juego económicas y políticas a escala global.
Hoy día Washington necesita de las guerras, el país entero necesita de ellas para continuar viviendo. Sin las parafernalias bélicas, la potencia no sería potencia, no podría siquiera mantenerse,  porque, a manera de ejemplo, ¿cómo haría  para mantener ese hiperconsumo de agua dulce, si sus reservas están por agotarse y no se asegurase otras nuevas por medio de sus bases militares? Esto hace recordar este otro ejemplo, también recurrente, pero necesario citar, porque es una de las bases militares más grandes de que dispone en Latinoamérica, que se halla en la triple frontera argentino-brasileño-paraguaya, donde “casualmente” se ubica el Acuífero Guaraní, la segunda reserva subterránea de agua dulce más grande del mundo.
¿La justificación para la creación del destacamento militar? Nada menos que una de las cosas más tontas que se le ha ocurrido a la propaganda imperial: ¡la presencia de fanáticos musulmanes y escuelas coránicas de Al Qaeda en la zona!
Si, Al Qaeda, obra y creación de Washington para combatir al ejército soviético en Afganistán, sindicada como la causante de todos los males achacables al terrorismo, que hoy las agencias de inteligencia occidentales utilizan para asesinar a civiles inocentes desde Iraq hasta la India, con especial énfasis en Siria.

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