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Para que el mundo no se divida en transnacionales

14 de marzo de 2016

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La más reciente ofensiva imperialista para hacer triunfar toda su línea neoliberal en este continente, ha tenido lamentablemente diversas expresiones de avances, aprovechando, a mi entender, desuniones, posiciones sectarias, incomprensiones y desajustes de la izquierda, todo lo cual coadyuvó a la debilidad ante enemigos que aún detentan el poder económico y la inmensa mayoría de los medios de comunicación.
En este contexto destaca por estos días las acciones de una reacción venezolana envalentonada por su todavía reciente triunfo electoral, con el fin de derrocar “suavemente” al presidente Nicolás Maduro, desaparecer los logros de la Revolución Bolivariana y allanar el camino para imponer de nuevo el orden neoliberal, lo cual significa el desorden en la vida de la mayoría del pueblo.
Por supuesto, esto no solo sucede en Venezuela, sino que se extiende hacia otras naciones con gobiernos progresistas, como ya sucedió en Argentina y se trata de hacer en Bolivia y Ecuador, donde los adalides neoliberales siguen las lecciones de su principal mentor James Bovard, de la derechista organización Competitive Enterprise Institute.
Bovard dice que el problema más grande que enfrentan los países en desarrollo y algunos desarrollados es que los gobiernos tienen demasiado poder sobre sus ciudadanos, pero estos a quienes se refiere no son los que viven en la favelas de Sao Paulo, ni los indígenas amenazados por el llamado progreso, sino los empresarios y magnates cuyas vastas ganancias fueron un tanto reducidas por regulaciones gubernamentales, muchas de ellas instituidas para atenuar el caos social y ecológico causado por el capitalismo.
Y es porque la ideología neoliberal no ve nada malo cuando las empresas se entremeten en el funcionamiento del Estado y entorpecen los procesos tendientes a la democratización.
La influencia neoliberal se ejerce a “billetazo limpio”, como cuando las corporaciones dan dinero a las campañas electorales en EE.UU. Para los cabilderos e intermediarios, el soborno legalizado no tiene nada de malo. Pero los hechos dicen lo contrario.
Un ejemplo de hace unos años, pero que se repite en el presente con otros nombres, muestra como la compañía ARCO dio cerca de 900 000 dólares a candidatos del Partido Republicano, y éstos devolvieron el favor insertando en la Ley Federal de Aire Limpio una cláusula que favorece a una gasolina reformulada por la entidad. Además, cuando Bush fue presidente, hizo posible que ARCO fuera el segundo exportador del petróleo crudo de Alaska.
Asimismo, la Dupont gastó unos 400 000 dólares en un referendo estatal para derrotar al proyecto conocido como Big Green, que proponía medidas concretas para combatir la contaminación.
Conocidas son las historias de compañías que arrasan con la selva y los recursos de la Amazonia u otros ecosistemas de Sudamérica, África y Asia; notorios son los escándalos por corrupción en altas esferas de países tercermundistas, en los que (no por casualidad) están envueltas compañías transnacionales
Por eso, desde el principio, y sobre este particular, habría que hablar de golpes de Estado, espionaje, intromisión en los asuntos internos, evasión de impuestos, sospechosos vínculos con inauditas guerras y otras irregularidades.
No por gusto, una de las últimas aspiraciones de la avanzada neoliberal es que el Tercer Mundo entero se llene de maquiladoras: cero intervenciones del Estado nacional, cero derechos de los trabajadores.
La última ironía de la historia sería que algún día el mundo se divida en transnacionales, no en países. Ese, sin dudas, es el sueño de teóricos, políticos y magnates afiliados al fin de la historia y al postmodernismo político que proclama el término de las soberanías y de las culturas en aras de una homogenización provechosa para ellos, pero fatal para los pueblos.
Lamentablemente, ese sueño se está realizando, lo cual sería la pesadilla de los pueblos, por lo cual, para evitarlo se requiere de unidad y cohesión, tal como la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe las concibe.

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