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Para consumir y exportar

11 de mayo de 2020

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El arribo a Iraq de miles de terroristas del Estado Islámico o Daesh, creado por Estados Unidos, es el más reciente capítulo de la ocupación que sigue desangrando al país árabe que, no obstante, ha sabido resistir y evitar el colapso total de su soberanía.
Precisamente, el Pentágonojustificó la presencia de militares norteamericanos y la construcciónde bases en el norte deSiriacon el combate al terrorismo, pero tanto allí, donde roba descaradamenteel petróleo, como en suelo iraquí pretendeevitar que su ejército logre la completos liberación, respaldadoporuna eficiente colaboración rusa.
Ello revela la hipocresía de la retirada formal de las tropas norteamericanas, muchas de las cuales permanecen allí, santificando a decenas de miles de elementos mercenarios y terroristas, poniendo en ascuas a la nación árabe, en un estiloque recuerda a lo sucedido años atrás en El Salvador, cuando la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos utilizó a escuadrones de la muerte para aplastar el entorno civil de la resistencia y su proyecto integrador, cuestión que fracasó con elarribodel Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional al poder por la vía electoral.
El actual gobierno iraquí, no proclive a EE.UU. y con vínculos con Siria e Irán –enemigos del imperialismo y el sionismo- no ha podido evitarla entrada del Daesh ni que unidades especiales de la policía perpetraran torturas y ejecuciones sumarias de civiles secuestrados, todo manejado desde el inicio de la agresión en el 2003 por la embajada norteamericana.
Estos últimos elementos conforman elServicio de Provisiones de Seguridad (SPS), especialmente desu Batallón 16, que esresponsable de asesinatos sectarios, explosiones y ataques con mortero.
Lo anterior es respaldado por una Orden ejecutiva queestablece la contratación directa y no centralizada de los miembros de este cuerpo de seguridad, “­que irán armados- y podrán detener sospechosos, efectuar registros y usar la fuerza, cuando sea razonable y necesario bajo las circunstancias, incluido causar la muerte si se ven obligados en el ejercicio de las misiones asignadas”.
El SPS pasó de 20 000 miembros en octubre del 2003 a 70 000 en febrero del 2004, y hoy se estima que hay más de 146 000 hombres armados sirviendo en sus distintos cuerpos en Iraq, que carecen de “mando central, supervisor o pagador” unificados. Estas fuerzas custodian unas 4 000 dependencias e infraestructuras gubernamentales -incluida la red de oleoductos y la eléctrica- y sedes diplomáticas, además de las fronteras y puertos, siendo ya la mayor fuerza armada del país.
Un responsable estadounidense de la formación de los cuerpos de seguridad iraquíes, el teniente coronel Michael J. Negard, afirmaba recientemente que Estados Unidos nunca ha tenido control alguno sobre esas milicias privadas, obviando que muchas de ellas colaboraron con lastropas deocupación en la custodia de edificios e instalaciones.
Por lo cual, como sucede ahora, es realmente muy difícil establecer la diferencia entre tales fuerzas y la policía, entre crimen y corrupción, en esa aparente anarquía que no es más que una guerra sucia planificada, para consumo interno y, como muestra la llegada del Daesh, externo.

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