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Pandillerismo y Paramilitarismo

13 de agosto de 2015

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Un peligroso, nocivo y criminal fenómeno, -no totalmente desconocido con anterioridad,- parece extenderse por países de la América Latina y el Caribe: es la utilización con fines políticos del pandillerismo y el paramilitarismo, unidos por vínculos hasta el momento más o menos discretos pero evidentemente existentes con las oligarquías locales que, de este modo, juegan con fuego al asociarse al crimen organizado con todas las consecuencias que ello implica.

Procurando la defensa y supuesta inviolabilidad de espurios intereses explotadores y antipopulares, esas élites no vacilan en otorgar luz verde y hasta apoyo mediático, a la acción depredadora que pudiera conducir a la desestabilización, el caos y el desorden interno e impedir el desarrollo pacífico con justicia social para las amplias masas hasta hoy  desposeídas y excluidas.

No es casual, por supuesto, que situaciones tales estén teniendo como escenario en los últimos tiempos a países donde se producen transformaciones sociales, económicas y políticas en el marco de procesos diversos y con diferentes características pero todos unidos por un común denominador hacia la soberanía nacional, la integración latinoamericana y caribeña y el mayor beneficio para la población trabajadora.

Ante  el descrédito, el fracaso y la bancarrota de los partidos políticos tradicionales y los grupos menores con que trataron de ser sustituidos, las oligarquías locales acuden desesperadamente a otras  vías, incluidas las más demenciales.

Tampoco lograron los efectos deseados con la utilización masiva de la confusión y la mentira mediante los numerosos medios de comunicación a su servicio, en campañas nacionales e internacionales. La mejor prueba de ello es que han sido derrotados masivamente en todo tipo de comicios electorales.

Resulta evidente que hoy se lleva adelante un plan concertado, -al que no es ajeno el imperialismo norteamericano,- contra los distintos procesos democráticos, progresistas, nacionalistas y de izquierda que ocupan importantes espacios en el continente y consolidan una integración sin precedentes, a pesar de diferencias temporales que también la oligarquía y Estados Unidos alientan con vistas a fracturar esa unidad en la diversidad y recuperar el antiguo “patio trasero” del imperio y sus servidores locales.

Todo indica, peligrosamente, que el grado de frustración y desesperación de esos elementos que sienten añoranza por la explotación sin límites y el poder que los sustentaba va llegando a extremos que pueden hacerlos rebasar el buen juicio y la cordura.

El vínculo con el pandillerismo y el paramilitarismo se advierte como un síntoma de ese juego con fuego en que las clases dominantes parecen dispuestas irresponsablemente a quemarse.

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