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Panamá: la saga de los papeles

30 de abril de 2016

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Como es previsible y algunos habían advertido, la aparición de los llamados “papeles de Panamá”, independientemente de su propósito original de dañar a este país como sede de “paraísos fiscales” y promover la radicación de esas empresas (fantasmas o no) y de esos dineros en “paraísos” estadounidenses, trajo como consecuencia la revelación y el conocimiento público de otros extremos vinculados de una forma u otra y desde hace tiempo a tramas sucias y sórdidas, como fueron las relacionadas con el caso Irán-Contra y la posterior invasión yanqui a Panamá.

Aunque aparentemente no tendría relación un hecho con el otro, los recién develados papeles ayudaron a establecer y ponen en claro una relación entre ambos y que el citado bufete Mossack-Fonseca fue pieza clave en ellos por el papel que tuvo en las dos operaciones citadas.

Medios de prensa estadounidenses y panameños vienen acercándose poco a poco al meollo de la conjura, saliendo a relucir particularidades interesantes y comprometedoras que confirman la utilización de este bufete –creado en 1986 en las Islas Vírgenes británicas como fusión de dos pequeños despachos de abogados–, para canalizar recursos provenientes del Irán-Contras, dirigidos como se sabe y fue ratificado ante el Congreso de Estados Unidos por el entonces coronel Oliver North, a sufragar los gastos de las bandas contrarrevolucionarias en Nicaragua pero también usados en parte para el llamado Proyecto Democracia, dirigido al derrocamiento de Manuel Antonio Noriega en Panamá mediante un proceso que culminaría con la invasión yanqui.

Según se ha publicado ahora, todo lo anterior originó un entramado de cuentas bancarias en Suiza que llegó a varias decenas de millones de dólares, manejados por North desde la Casa Blanca de Reagan, lo cual se unió a operaciones de narcotráfico a las que no fueron ajenos mafiosos y terroristas cubano-americanos radicados en Miami.

Connotados traficantes internacionales de armas estuvieron vinculados a esta trama y ante el Congreso de Estados Unidos surgieron nombres como Farhad Azima y Adrian Khashoggi, ambos clientes de Mossack-Fonseca, que no se limita a la creación de supuestas “estructuras legales”, sino ejerce también “asesoramiento financiero” mediante otras subsidiarias conocidas.

Es posible, por tanto, que los divulgadores de los mencionados “papeles” no hayan calculado con exactitud la trascendencia de las mismas revelaciones que propiciaban, la forma en que estas involucraban a muchos de sus socios y como podían quedar al descubierto hasta jefes de Estado amigos, salpicados por el escándalo.

No olvidar, sin embargo, que cuando los supremos intereses del imperio salen a la palestra o están en juego no valen compromisos ni lealtades; el imperio yanqui –como todos los imperios–, está siempre dispuesto a sacrificarlos en aras de objetivos que considere más importantes o más urgentes. Este pudiera ser uno de esos casos.

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