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Otro fantasma recorre Europa

6 de noviembre de 2015

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Esta vez la frase con que Carlos Marx y Federico Engels iniciaron el histórico manifiesto debe sufrir necesarias modificaciones que la acerquen a la actualidad, pero, en esencia, no deja de tener un significado más o menos semejante, con la particularidad en esta ocasión de que lejos de tratarse de un fantasma, se trata de una dura, palpable y dramática realidad.
Poco imaginaban la OTAN y su subsidiaria –la Unión Europea–, cuando desencadenaron las sucesivas guerras de agresión en la región del Oriente Medio, Asia Central y el norte de África –desde Afganistán hasta Siria–, que las consecuencias caerían sobre ellas mismas en forma de una ola interminable y hambreada, la cual suma ya cientos de miles de desesperados seres humanos, mayormente hombres solos, pero también mujeres, niños y ancianos.
Las desafiantes caravanas que tocan a las puertas de las otrora inmunes naciones europeas, tanto de las todavía prósperas como de las agonizantes y recién incorporadas de los Balcanes, conmueven a los millones de habitantes que en el mundo globalizado e interconectado de hoy tienen la posibilidad de presenciar tan dramático espectáculo en vivo y en directo, como diría un conductor televisivo.
Acostumbradas a derivar los conflictos, las guerras y las situaciones extremas hacia el mundo subdesarrollado –llevadas hacia allí nuevamente por los imperios neocoloniales–, hoy estas se encuentran aterrorizadas al contemplar cómo todo va convirtiéndose en un bumerán que las envuelve.
La hipócrita careta de los derechos humanos y la protección a los desvalidos ha caído definitivamente en la culta y vieja Europa, paradójicamente arrastrada por los mismos que la esgrimían y querían de ese modo humillar, discriminar, y calumniar a los países del Tercer Mundo.
La gravedad de la situación, inicialmente considerada como simples incidentes migratorios habituales, ha llegado a provocar una evidente división en el seno de la Unión Europea, entre los que abogan por la represión, la expulsión, la construcción de muros y cercas electrificadas, y el uso de la fuerza militar frente a las multitudes inermes; y los que se muestran partidarios de buscar soluciones menos violentas que, a la larga, puedan tornarse en favorables para los países europeos al cabo de los años por venir.
En este sentido, Alemania lleva la voz cantante y su canciller Angela Merkel demanda un cambio en el llamado “sistema europeo de asilo” vigente el cual, en la práctica, ha dejado de funcionar y aboga por la necesidad de soluciones comunes; pues este no puede ser el problema de unos pocos y recaer sobre Grecia e Italia, por citar solo dos casos.
Los alemanes, por otra parte, no han ocultado que dentro de esa enorme masa de refugiados pudiera estar la mano de obra barata del futuro, y por ello no rechazan de plano a la inmigración sino que optan por “una adecuada selección” que les permite aprovecharse, a la larga, de este mal momento.

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